En la camiseta se lee: Uno no puede simular la libertad

Anclados en políticas obsoletas y dañinas

Ya va siendo urgente que cambiemos la mentalidad sobre las residencias; llevamos muchos siglos en los que hemos pensado que la mejor solución para nosotros era recluirnos en centros de esta categoría. Esa situación histórica responde a patrones que han quedado obsoletos y que ya no se persiguen con denuedo en ninguna parte del mundo civilizado. No es cuestión de que aquí perpetuemos el problema adquirido ante el que nos encontramos muchas personas amenazadas con ingresar; la idea no es que esta sociedad, que perseguimos, se empecine en seguir apartando personas que deberían convivir juntas. Al albur de recónditos mitos, se nos incrusta en un tipo de construcciones sin opción, auténticas granjas humanas de esta índole, lo que supone un peligro real para nuestras vidas. Apoyándose en la excusa de que dichas instalaciones nos protegían contra amenazas nunca convincentemente especificadas, se han cometido verdaderas barbaridades y salvajadas que no han redundado en nuestro beneficio, sino todo lo contrario. Un gran problema al que nos enfrentamos es que la construcción y el mantenimiento de estas instituciones se ha convertido en un puro negocio que es muy lucrativo para sus promotores. 

En algunos países se han dado cuenta de que estas instituciones son nocivas y han tomado las medidas oportunas para que dejen de existir, facilitando la llegada y permanencia de una verdadera vida independiente con apoyos técnicos y humanos conforme a lo que dicta la Convención sobre los Derechos de las personas con discapacidad. En España eso no ha sido así debido probablemente a las enormes presiones ejercidas por grandes corporaciones para las que mantener esta cuota de poder ha supuesto jugosos beneficios a los que no renuncia.

A la presión ejercida por estas corporaciones, hay que unir la compañía implícita o explícita de organizaciones no gubernamentales. Evidentemente, la presión ejercida por estos grupos ha sido fructífera para ellos y para las tibias autoridades en detrimento de las personas vulnerables en riesgo de exclusión por nuestro funcionamiento. Estos abusos los hemos padecido tanto los internos como los trabajadores remunerados como los voluntarios. Con respecto a estos últimos hay que decir que han sido vilmente engañados, puesto que han creído que hacían el bien con toda su buena voluntad mientras que servían sólo para incrementar el beneficio económico de este negocio. Una víctima más que añadir a un largo y desaliñado listado.

Al convertirse en un simple negocio hemos olvidado proporcionar soluciones basadas en las necesidades individuales según la edad y la ubicación de las personas implicadas en este asunto. La vida independiente de algunas personas se ha convertido en simple moneda de cambio para el enriquecimiento de unos pocos, olvidándonos de que sus vidas tienen un valor intrínseco e inalienable del que no se les puede despojar.

No se puede robar a las personas su independencia por muy problemática que nos resulte y la solución debe necesariamente pasar por la implantación decidida de la asistencia personal digna y suficiente en horas. Aunque es un remedio inédito en España, ha funcionado y funciona con éxito en otros países tanto desde el punto de vista económico como desde una visión humanística de la realidad en la que vivimos, y sirve como plataforma de lanzamiento ideal para la participación de personas que de otro modo estaríamos excluidas.

Guardar