Resulta fundamental conocer una situación antes de enfrentarse a ella. De aquí la importancia que tiene hacer visible un colectivo marginado por la sociedad. Quizás sea por ese motivo que desde hace 7 años un grupito de personas con diversidad funcional (discapacidad) venga saliendo por la calle Atocha de Madrid en septiembre. A la pequeña convocatoria del Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID), intenta hacer patente la desigualdad y discriminación que padece cotidianamente. Y todo ello sin medios económicos y con escasa repercusión mediática, política y social.
Esta serie de marchas cuenta con todas las dificultades que se puedan imaginar. Puede que lo más evidente sea que los individuos que acuden a ella no tienen el transporte adecuado asegurado. Cuestión similar es la del alojamiento, en muchas ocasiones difícil o imposible de encontrar. Pero pese a estos y otros obstáculos y barreras, estos individuos se concitan anualmente para pedir, quizá ingenuamente, que se cumplan sus derechos reconocidos nacional e internacionalmente.
Por el contrario, recientemente hemos sido testigos de una manifestación convocada por el comité español de representantes de personas con discapacidad (CERMI) con todas las bendiciones y una habilidad para atraer a los medios de comunicación, a los asistentes y autoridades sin precedentes en este campo.
Llegados a este punto, debo señalar importantes diferencias entre la masiva infraestructura de unos (CERMI) y la mínima de los otros (FVID), como el uso indiscriminado de pañales colocados un viernes en la ciudad de origen y removidos al regreso el lunes en personas con escaso control de sus esfínteres, el transporte gratuito y, en ocasiones, obligado que se les ofrecía a estas personas con diversidad funcional para asistir a la manifestación desde diferentes lugares de nuestra geografía. También podría apuntar el diferente trato por parte de la prensa escrita y audiovisual para con unos y otros.
Sin embargo, al hacer eso, este pequeño escrito parecería transmitir un rencor inexistente. Sabedor de que corro el riesgo de ser percibido como lo que no soy puntualizaré una serie de afirmaciones. Para empezar, me parecen justas las reivindicaciones laborales por parte de unos trabajadores que ven sus empleos en riesgo. También me parece justificable protestar ante los recortes que sufren estas personas por parte de la autoridad competente. Otra cosa es que yo esté de acuerdo con el trabajo que esas señoras y señores desempeñan (pero eso no viene al caso máxime por tratarse de unas peticiones estrictamente económicas).
Un problema que yo veo se produce cuando esos trabajadores se manifiestan por su empleo poniéndose a favor de sus empleadores, quienes utilizan a sus empleados frente a una administración francamente nefasta. El segundo problema es que estos empleadores (dueños de residencias, de empresas de atención domiciliaria) se escudan tras sus empleados para seguir instalados en una poltrona altamente dependiente de una serie de subvenciones.
La espiral de manipulación del más débil tiene como colofón a la persona con necesidad de apoyos generalizados. Y esta es la tercera y mayor pega que encuentro en estas protestas. No me parece justo situar al elemento menos sospechoso y más necesitado al frente de una movilización en la que su voz cuenta bastante poco. En numerosas ocasiones acude a esta llamada porque es el único momento en mucho tiempo en el que respira el aire de la calle.
Tampoco debe quedar en silencio y caer en el olvido que a ancianos y personas con diversidad funcional severa se les coloque una pancarta en la mano para defender los intereses de quien está cómodamente sentado en un despacho pero ve que se tambalea su particular negocio (llámese chiringuito, asociación, tinglao, granja, federación). Intentando hablar desde la objetividad, produce un profundo malestar el uso de la imagen de los más desprotegidos para atraer la atención y simpatía pública y mediática.
Las personas con diversidad funcional no se merecen en ningún caso ser arrastradas a un juego económico que ni les va ni les viene. El lema escogido: SOS discapacidad, aunque atractivo, no se ajustaba a la realidad.