Asistencia sexual para personas con diversidad funcional

Asistencia sexual para personas con diversidad funcional

Círculo virtuoso de teoría y práctica

La asistencia sexual para personas con diversidad funcional es algo que aún está por definir, tanto discursivamente como en las prácticas. Este artículo propone algunos elementos a tener en cuenta en el proceso colectivo que lleve a un consenso sólido sobre qué entendemos por «asistencia sexual» y cómo articularlo en la práctica.

Deberíamos asumir, por inevitable y por deseable, un desarrollo caótico de discurso y práctica. Ambos elementos estarán siempre en construcción y permanentemente inacabados, única forma de que conserven la capacidad de adaptarse a la complejidad sin límite de las relaciones humanas y a los marcos culturales y sociopolíticos que las sustentan en cada lugar y momento.

Lo que sí resulta fundamental es que teoría y práctica estén conectadas en forma de un círculo virtuoso que las retroalimente recíprocamente. Basta de expertez que determina verdades desde la no experiencia, basta de experiencias reactivas que ante las urgencias cotidianas desprecian el filtro de la reflexión colectiva. Hagamos pensando y pensemos haciendo.

Propuesta teórica. La asistencia sexual como intersección

La propuesta teórica que queremos plantear en este artículo es que la asistencia sexual para personas con diversidad funcional es el espacio de intersección de la asistencia personal (materializa el derecho al acceso al propio cuerpo) y del trabajo sexual (se obtiene placer sexual a cambio de dinero) Si lo entendemos de esta manera, las funciones del asistente sexual serían ayudar a la persona con diversidad funcional antes, durante y/o después de las prácticas sexuales con otras personas en todo lo que no pueda hacer sin apoyo, así como masturbar a la persona con diversidad funcional en caso de que no pueda hacerlo por sí misma.

¿Por qué hasta aquí? Porque hasta aquí llega la materialización del derecho al acceso al propio cuerpo, éstas son las acciones que la persona con diversidad funcional podría hacer por sí misma en ausencia de diferencias funcionales. Entendemos que ni las personas con diversidad funcional ni nadie tiene derecho al acceso a otros cuerpos. No existe el derecho a la felación, ni al coito ni a ninguna práctica sexual sobre otros cuerpos. A los otros cuerpos se accede por acuerdo, no por derecho.

Vida sexual más allá de la asistencia sexual

Entonces, ¿cómo garantizamos que las personas con diversidad funcional disfruten de una sexualidad que incluya el acceso a otros cuerpos ? No lo garantizamos, como ocurre con el resto de personas. Si entendemos que a los otros cuerpos se accede por acuerdo y no por derecho, debemos asumir que sólo podemos aspirar a crear condiciones favorables y los apoyos necesarios para que estos acuerdos libres, ya sean por deseo, por amor o por dinero, se desarrollen de manera acorde con el marco cultural y social donde deben tener lugar. No hay atajos, para tener una vida sexual rica y plena es necesario tener una vida rica y plena. Y viceversa.

Las condiciones favorables a las que nos referimos son bien conocidas: un diseño para todos de los entornos urbanos, especialmente del transporte y la vivienda, que permita la libre circulación y participación de las personas con diversidad funcional, una escuela inclusiva que socialice las diferencias como valor desde el primer momento, asistencia personal y tecnológica para desarrollar las tareas cotidianas con libertad, ingresos económicos suficientes derivados de un mercado laboral inclusivo y de una renta básica de ciudadanía, etc Todos estos elementos, considerados en conjunto, son un muro infranqueable en el fugaz tiempo de una vida humana.

Imaginario colectivo y alianzas. Estar para transformar

Por tanto, este debe ser un horizonte no individual sino colectivo, que lejos de paralizarnos (pueden reír) sirva para movilizar y avanzar, exigiendo ritmos de cambio de escala humana y no geológicos o históricos. Un catalizador fundamental de estas transformaciones sociales es el cambio de ese imaginario colectivo que visualiza las personas con diversidad funcional como enfermas (por encima de cualquier otra consideración, por tanto no hay ciudadanía plena, sólo supervivencia) y como cuerpos ni deseables ni deseantes.

Deberíamos dejar de lado discursos como la realidad es que hay personas con diversidad funcional que no follarán nunca, porque la gente tiene prejuicios, porque no pueden ligar en los bares… no podemos esperar a cambiarlo todo ¡¡ La realidad se transforma. Y, efectivamente, no podemos esperar, pero tampoco tomar atajos que validan y refuerzan los estereotipos sobre las personas con diversidad funcional. Intentemos no tirar piedras sobre nuestro propio tejado.

No es fácil asumir tanta complejidad. Aquí resulta fundamental el apoyo entre iguales, y las alianzas con todos los grupos y personas que luchan políticamente para una auténtica revolución de los cuerpos, por los cuerpos, desde los cuerpos. En este sentido, siempre deberemos tener presentes, como propias, las luchas feministas, al abordar la realidad de la discriminación por razón de género, y de los movimientos trans/queer cuando hablamos de deseos, prácticas e identidades no normativas. Si las personas con diversidad funcional debemos ser parte de la sexualidad humana que sea para transformarla, para hacerla más rica y mejor para todos, no simplemente para intentar encajar reproduciendo un modelo heteropatriarcal y capacitista que ya sabemos desde hace tiempo que ni funciona ni tiene arreglo.

Trabajo sexual/prostitución libre. Acuerdos libres, sin estigmas, sin guetos

En particular, habría que tener cuidado con no aceptar y perpetuar el estigma sobre las personas que realizan trabajo sexual y/o prostitución libre. Muchas de las propuestas sobre la figura del asistente sexual, no la nuestra, implican el acceso de las personas con diversidad a otros cuerpos para obtener placer sexual a cambio de dinero pero sin aceptar que esto es trabajo sexual/prostitución libre. Los motivos para no aceptar tal evidencia son que estos acuerdos se consideran algo terapéutico y/o solidario.

A nuestro entender, esto refuerza los estigmas sobre las personas con diversidad funcional (vidas convertidas en tratamientos, cuerpos no deseables) y sobre las personas que realizan trabajo sexual (no se las debe reconocer, han avergonzarse y esconderse, son ignorantes) En nuestra propuesta, estas prácticas constituyen trabajo sexual/prostitución libre y hay que luchar conjuntamente para que sean inclusivas y se reconozcan derechos laborales y expertez en el conocimiento. Sin guetos, sin estigmas. A diferencia de la asistencia sexual, no son un derecho, sino un acuerdo entre personas libres.

Conocimiento emancipador. La formación como derecho

Por supuesto, no se debe perder de vista que la necesidad de apoyos de la persona con diversidad funcional puede estar vinculada a la movilidad, a la toma de decisiones y/o la comunicación. A veces, esta complejidad se utiliza para argumentar que es necesaria una formación» especial» para poder ser asistente sexual, que este conocimiento está en manos de personas expertas que no hacen trabajo sexual, y que esta expertez desde la no experiencia confiere el poder de decidir quién puede trabajar de asistente sexual y quién no.

En nuestra propuesta, no se acepta ningún conocimiento experto que no sea construido también (no sólo, pero también) desde la experiencia. El lema nada sobre nosotros/as sin nosotros/as es bien conocido entre las personas con diversidad funcional, lo hacemos extensivo a las personas que realizan trabajo sexual y a las que hacen asistencia personal, sin excluir la posibilidad de que haya otras personas que no pertenezcan a estos grupos. La formación debe ser un derecho de las personas trabajadoras y de quien recibe el servicio, no una obligación que restringe la libertad sobre el propio cuerpo. Por lo tanto, la formación debe estar a disposición de quien la quiera, no imponerla como filtro que, además de ineficaz, limita la libertad para decidir sobre el propio cuerpo.

Propuesta práctica. Red de grupos horizontales y autogestores

Finalmente, decíamos al principio que toda propuesta teórica debe ir acompañada de su articulación efectiva concreta. Entendemos que la propuesta teórica de que la asistencia sexual para personas con diversidad funcional es el espacio de intersección de la asistencia personal (materializa el derecho al acceso al propio cuerpo) y del trabajo sexual (se obtiene placer sexual a cambio de dinero) debe llevarse a la práctica creando pequeños grupos autogestionados y horizontales de personas con diversidad funcional que necesiten asistencia sexual, personas que realizan trabajo sexual/prostitución libre y personas que hacen asistencia personal. Pueden haber más, pero estas tres patas deben estar presentes. La idea es que los diferentes grupos lleguen a establecer una comunicación estable entre sí para contrastar y enriquecer discursos y prácticas, no con ánimo homogenizador, sino diversificador. La asistencia sexual es un derecho, la sexualidad libre y diversa, un tesoro.