Cartera de servicios de la Lepra

Un buen titular para esta entrada podía ser “yo quiero una lepra diferente a esta”. Cuando digo lepra me refiero en tono jocoso a la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, que a nadie satisface tal y como está ahora y tal y como fue concebida. Lo cierto es que no hay por donde coger esa norma ya que es difícil defenderla tanto desde el punto de vista económico como ideológico y social.

Para empezar, en lo principal que ofrece, es decir en su cartera de servicios, básicamente nos propone cuatro servicios, algunos en los cuales han permanecido congelados y han sido crueles víctimas de despiadados recortes económicos en los últimos años, incluso hay prestaciones que por ignorancia de nuestras autoridades ni siquiera han llegado a plantearse en algunas comunidades autónomas, bonito, ¿verdad? Dicha cartera consiste principalmente en la asistencia personal, los cuidados en centros residenciales, los cuidados en el entorno familiar y el servicio de ayuda a domicilio.

Como en todo es inadmisible admitir un copago por recibir un servicio público, tanto más si ese servicio o prestación en algunos casos pasa a ser de bajísima calidad y deficiente en cuanto al trato o bien al monto financiero que lo sostiene.

Ahora bien, y aquí va a aparecer una frase típica de tertuliano: yo niego la mayor. A quien pone en cuestión el copago por recaudatorio y nefasto que resulte, habría que preguntarle el motivo por el que defiende esta ley para empezar. A la persona que respondiera a favor de la existencia de esta norma, habría que replicarle que no es más que fuente de discordia, ataca directamente muchos derechos humanos fundamentales y, en muchos casos su articulado es contrario, repito: contrario, a la vida independiente tal y como la promueve la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, que aprobó España en Mayo de 2008.

La cantinela de que al tratarse de un tratado internacional es ley superior a todas las demás tiene el aspecto negativo de que es rotundamente verdad. Esto quiere decir que la estamos (como país) incumpliendo a diario. Personalmente, queda descafeinada y como una mera declaración de intenciones a pesar de la aprobación por parte de nuestro gobierno del Real Decreto Ley 1/2013, si es que con esa norma se da por zanjado un asunto de grandísimo calado para el bien común.

La cuestión de la deshumanización de los que habitan y también de los que trabajan en las residencias ya ha sido tratada a menudo por diferentes autores, yo mismo he hablado bastante en contra de esas despiadadas instalaciones, así que hoy no abundaré en ese asunto. En cuanto al servicio de ayuda a domicilio, lo principal es que con ella se elimina la elección y el control sobre la vida propia que propugna la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad que mencionaba antes. En cuanto al espinoso asunto de los cuidados en el entorno familiar, es mi opinión que el feminismo le ha fallado gravemente a las mujeres. No olvidemos que más de un 80 por ciento de cuidadores son cuidadoras. Ellas ni siquiera cobran el salario mínimo interprofesional al que deberían tener derecho. Su horario laboral no se limita a las 40 horas semanales habituales ni nada parecido. Su perpetuación como la mujer de la casa y su extracción del mercado laboral remunerado son potentes. A todo ello hay que sumar que, no sólo existen mujeres cuidadoras, también hay muchas mujeres cuidadas cuya vida independiente también les es privada. Pero las así llamadas feministas no salen a la calle ni ocupan nada ante semejante situación. Parece que todo está controlado.

Quien haya tenido la paciencia del Santo Job de leer mis entradillas sabrá que cojeo del pie de la asistencia personal suficiente, autogestionada y con pago directo. Sería poco menos que milagrosa su multiplicación por cien en España. Aparte de los beneficios económicos que reporta, supondría la liberación de innumerables personas que, a día de hoy, arrastran una cadena que se les hace más pesada por momentos.