Concienciación accesible a tope

Así, como el que no quiere la cosa, aterrizó el año en que todo todito todo debería ser accesible a todas las personas, y todos los seres humanos deberíamos poder acceder a los edificios privados y públicos, el transporte privado y público, los medios de comunicación e información privados y públicos, y otros bienes y servicios privados y públicos. Todo ello lo dice la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad. ¿Que es un derecho humano fundamental? Pues sí, se basa en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en concreto en lo referente a la libre circulación y desplazamiento dentro y fuera de nuestro territorio, y a la libertad de expresión que se ve seriamente mermada si no se tiene acceso a la información en un formato que sea comprensible.

Además de estar en la Declaración de 1948, también se puede considerar un derecho básico para la consecución de lo pretendido en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, de los años 60 del siglo pasado cuando en determinados países no permitían a diferentes individuos viajar, alquilar, comprar casas o adquirir productos si pertenecían a determinadas razas minoritarias y oprimidas. La accesibilidad, por tanto, se debe enmarcar bajo el prisma de la discriminación. Aparte de ser un derecho en sí misma, es básica para el ejercicio de otros derechos; sin ánimo de ser exhaustivo se pueden mencionar la educación, el empleo, la participación pública y política, la participación en el ocio, la cultura y el arte, etc.

Por lo tanto, cuando Periquito no hace lo necesario para permitirme acceder a su escuela y a todo lo que contiene o a su tienda o a su restaurante puedo decir sin exagerar que Periquito me está discriminando. No es ningún disparate, entonces, afirmar que la discriminación, la exclusión, la marginación y todas esas palabras tan chulas abundan en España.

Así que la mayor parte de lo anterior no se cumple, porque pasamos olímpicamente de la ONU, incluso de las leyes de accesibilidad españolas españolísimas. Y eso que podemos nadar en leyes de accesibilidad nacionales, autonómicas y municipales, y eso que hay guías y manuales en abundancia hechas por expertos pero que muy expertos en la materia, y eso que hay pactos firmados por diferentes entidades, asociaciones, partidos políticos, colegios profesionales, sindicatos o lo que sea.

Como suelo decir últimamente, del dicho (de la firma) al hecho hay un gran trecho, y ese camino nos queda bastante lejos. Leía una noticia sobre la falta de accesibilidad de la mitad de los trenes de Renfe en #CatalunyaisnotSpain, pero este pequeño texto no va de lo difícil que se te hace buscar un puesto de trabajo si no tienes el transporte adecuado, ni de lo complicado de permanecer en la escuela si los materiales de estudio no hay quien los entienda. Más bien, en esta entrada quería mencionar lo bien que hemos empezado el año aquí en el sur de la Península. A principios de año leí otra noticia bien diferente que hablaba de que un 65% de las comunidades de vecinos que tienen más de 15 años no iban a poder cumplir la ley, en muchos casos por falta de espacio físico. Palabrita de Europa Press. 

Jolines, parece que 25 años (Carlos Gardel sólo hablaba de 20 años en su tango) para buscar espacio con el objeto de que las personas podamos entrar y salir de nuestras comunidades de vecinos no son suficientes, pero por lo menos se supone que lo sienten mucho. Es una memez parecida a la pregunta que me hago sobre si me sucederá algo si tiro por la ventana al señor administrador de la comunidad de vecinos de al lado y digo que lo siento. A lo mejor, habría que hacer una campaña masiva para que los constructores y sus aliados hicieran todas las casas con una altura de 1,45 m. Puestos a decir sandeces cualquiera puede decir a cuál más grande.

Lo realmente gracioso es que la noticia se publicó el 1 de enero, día en que no hay prensa escrita, que todo huele a petición de demora es más que obvio, y que encima de todo se vaya diciendo que en diciembre se espera que no hayan inspecciones ni sanciones masivas resulta apabullante. Esa es la bandera de la concienciación que esgrimimos los ciudadanos españoles, que en 2016 batieron todos los records anteriores respecto al número de donaciones de órganos, lo cual siempre es el consuelo nacional. La tibieza de nuestros corazones se muestra en casos como el referido de la vulneración de la accesibilidad a las viviendas.

Este pequeño ejemplo y otros que existen en nuestra cotidianidad sirven para que veamos el desprecio que el españolito de a pie le tiene a la ley, y la nula bienvenida que recibimos las personas oprimidas por nuestro funcionamiento.