Contradicciones ruinosas

En ocasiones he intentado aclarar los motivos por los que apoyos tales como la asistencia personal digna y suficiente o un sistema educativo totalmente inclusivo para todos los alumnos existían y existen en otros países (principalmente nórdicos, pero no exclusivamente), pero no en el nuestro. Y he meditado sobre las razones. Cuando me he atrevido a formularle esa cuestión a otras personas, la respuesta más frecuente es que esos países se pueden permitir conceder semejantes ayudas, cumplir tales o cuales obligaciones contraídas en tratados internacionales de obligado cumplimiento (al menos aquí) y mantener dichos sistemas porque hablamos de naciones económicamente ricas y con condiciones demográficas, migratorias y culturales distintas y más favorables a las nuestras.

Es evidente que la riqueza material es superior en los países del norte de Europa que en los del sur. En cuanto a la riqueza cultural española, no voy a ser chauvinista, pero en mi opinión y en este sentido, no le vamos a la zaga a nadie, otra cosa es que nuestras costumbres sean diferentes a las suyas, pero nuestra capacidad de innovar y de hacer acopio de nuevos usos está sobradamente demostrada año tras año. No es nueva nuestra habilidad para adaptarnos a nuevas situaciones. En lo referente a las diferencias migratorias entre unos estados y otros son palpables, que hayamos pasado de ser un país emisor de población a uno receptor de personas no puede servirnos como excusa para dejar de cumplir nuestras responsabilidades.

La pregunta clave que me formulo trata de discernir si el éxito norteño y nuestro fracaso son causa o consecuencia de su riqueza y nuestra pobreza, y si la brutal diferencia de resultados en su sistema educativo (el de Finlandia, por ejemplo) o en la prestación decente para la vida independiente incluidos en la comunidad de asistencia personal en Suecia y otras naciones, no necesariamente nórdicas, a las personas maltratadas por nuestro funcionamiento no tiene nada que ver con factores económicos y sociales de determinado sitio. En definitiva, mi duda estriba en si los apoyos ofertados son causa, consecuencia o indiferentes a distintos factores.

Intento examinar con todo esto la veracidad o falsedad en la que incurrimos los cuatro u ocho locos que defendemos que es más barato y valioso tener un sistema educativo inclusivo y un sistema de asistencia personal decente. Digo todo esto porque a lo mejor no es conveniente ni adecuado tener accesibilidad, educación inclusiva, asistencia personal, igualdad ante la ley ni nada de lo que nos permite llevar una vida incluidos en una sociedad que nos es hostil para empezar y a la que hay que convencer de que no somos unos bichos que vayamos a devorar a sus componentes.

Porque de lo que se trata en el fondo es de creerse e interiorizar si todos, con nuestras diferencias, merecemos el mismo trato y debemos tener las mismas oportunidades (con los apoyos necesarios) o si creemos que precisamos un trato especial y tener diferente trato que los demás debido a ciertas características funcionales innatas, congénitas o adquiridas a lo largo de la vida. Si la respuesta se corresponde con lo segundo, no tiene razón de ser insistir en predicar una postura falsa. Si lo hacemos, entonces nos seguiremos engañando a nosotros mismos y a los demás imperdonable y groseramente.

Pero yo creo que, con independencia de nuestras flaquezas y fortalezas, todos debemos ser tratados con el mismo respeto y tener iguales oportunidades. Y cada vez más gente dice compartir estas ideas. Pienso que resulta más barato a medio y largo plazo una educación inclusiva. También pienso que es más sostenible incluirnos en la sociedad con el necesario apoyo de la asistencia personal. Si, en efecto, hay quien comparte la opinión conmigo pero, desde su posición de poder no toma medidas para transformar la actual situación, su actitud me resulta intolerable e inexplicable. Parece contradictorio pensar una cosa y hacer la contraria, ¿verdad?

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