Discriminación en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid

El presente texto es para hacer público la discriminación que sufrí el pasado 26 de marzo cuando me disponía a visitar el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. La persona que se encontraba en el acceso al patio y la sala de esculturas, me impidió entrar por ir acompañada de mi perra guía. De nada me sirvió invocar al derecho que me asiste según la ley, desde hace más de 30 años, a entrar en cualquier establecimiento, ya que estos perros están perfectamente entrenados para mantener un comportamiento adecuado y para nosotras, las personas ciegas, suponen una ayuda imprescindible para disfrutar de una movilidad segura y autónoma. Tampoco obtuve éxito cuando le pedí que llamase a un responsable para hacer la consulta puesto que estaba equivocada y cometiendo una flagrante injusticia conmigo. Así que sólo pude presentar una reclamación e irme por donde había llegado.

Sé que me responderán diciéndome que tenía razón y disculpándose pero a mí, una vez más, me fastidiaron un rato de disfrute y de nuevo me hicieron sentir menos ciudadana que otras personas. porque yo, como cualquiera pago mis impuestos, los que mantienen las infraestructuras de este país, ese museo entre otras y el sueldo de la persona que me atendió como si mi palabra no sirviese de nada.

Desde hace ya unos años estoy convencida que la etiqueta discapacidad tendría que calificar a nuestra sociedad, pues está muy lejos de ser capaz de tratarnos a todos con la misma dignidad, según las necesidades de cada cual pero con los mismos derechos. Sociedad que no ha logrado establecer mecanismos para que las leyes que existen se cumplan y que con demasiada frecuencia facilita y permite que algunas personas sigamos sufriendo por la ignorancia, la desconsideración e intolerancia de otras. No queremos regalos, ni tampoco compasión, sólo que se cumplan nuestros derechos.

Soledad Mochales López