A uno aun se le aparece en sueños el Alvia descarrilando en la curva de “A grandeira” cuando abre un correo y ve unas fotos que ponen los pelos de punta. Me lo habían dicho el año pasado, una partida de cascaos intentó utilizar la nueva ruta ciclista y peatonal abierta en la fachada marítima, en paralelo a la V 21. El coste total de la obra era de 16 millones de euros y se inauguró en mayo de 2011. El caso es que la expedición se tuvo que volver en 2012 al no poder cruzar el Barranc de Carraixet porque decían que un muro les impedía el paso y no acertaban a encontrar el camino por donde cruzar.
Con el relato de los expedicionarios del año pasado un grupo de exploradores se ofreció a hacer una batida y traer fotografías. La expedición fue planeada meticulosamente, de entrada se decidió no incluir a nadie de caballería ligera (silla de ruedas manual), la expedición la componían 8 personas: 4 cascaos de caballería mecanizada (silla de ruedas eléctrica) y cuatro sherpas (personas de apoyo y empuje). La paridad de sexos también se mantuvo en cada uno de los cuerpos de la expedición.
La expedición partió desde el punto de concentración, límite Marítimo de Valencia con la Patacona, atravesó su paseo marítimo, continuó por el nuevo carril para peatones y ciclistas para llegar finalmente al muro, una “pared” que interrumpía el carril al llegar al Barranc de Carraixet. La pendiente de aquella “pared” superaba con mucho a las de las pasarelas peatonales de la Avenida del Cid o de Ausias March. Daba la impresión de que para ese paso elevado se hubiera reutilizado alguna rampa de impulso de circuito de moto cros indoor. Estuvieron un tiempo comprobando la forma en que los ciclistas subían y bajaban el tobogán; las bicicletas de paseo tenían que echar pie a tierra porque la pendiente era imposible y las bicicletas con marchas, para no apearse los ciclistas, tenían que poner plato pequeño y piñón grande para encarar el “Puerto del Carraixet”, de categoría especial.
Para afrontar la gesta de llegar a Port Saplaya, por el carril ciclista y peatonal, decidieron los expedicionarios alimentarse a base chuletas que asaron en la zona de recreo de la ermita dels peixets. Con el depósito lleno atacaron la subida, para lo que se colocó un “sherpa” (persona que empuja una silla de ruedas) sujetando el respaldo de la silla de ruedas para que no volcara al subir. Todo el mundo se felicitaba, los que empujaban más, que no hubieran acudido expedicionarios con silla de ruedas manual, porque el motor se resistía a la inclinación de la pendiente, aun contando con el empuje del sherpa.
La bajada hubo que estudiarla, porque la opción de bajar de espaldas, sujetando por detrás la silla para que no volcara, tenía el inconveniente de que la silla acabara atropellando al sherpa, aun con la silla en funcionamiento. Apagar la silla y dejarla al arbitrio de la gravedad podía multiplicar su peso al deslizarse por la pendiente. La opción de bajar de cara tenía el inconveniente de que por la inclinación el usuario se deslizara del asiento, cayendo hacia delante, y fuera atropellado por la silla. La solución la encontraron bajando de cara mientras el sherpa sujetaba por los hombros al piloto de la silla de ruedas, para evitar que cayera hacia delante.
A la vista de las impactantes imágenes, conocedor de la normativa en materia de accesibilidad, me puse a documentarme sobre la obra y resulta que el proyecto admitía una pendiente máxima del 13 % para la vía de vehículos de la V – 21, de la que discurre paralela. Es decir, que para vehículos con 125 o más caballos, el 11 %, y para bicicletas y pilotos de silla de ruedas o personal de empuje: más del 25 %.
La verdad, si yo tuviera un ascendiente dependiente del que quisiera heredar, le llevaría de paseo con la silla de ruedas al susodicho paso elevado y tras dejarme los riñones y atrapando alguna hernia discal para subirlo, lo dejaría deslizarse por el otro lado en la seguridad de heredar y, en todo caso, además, podría pedir indemnización por el estado de la obra y la nula señalización. Quizá en ese momento un juez abriría diligencias para averiguar los responsables de tamaña ilegalidad; aunque faena tendría porque habría que determinar si el diseño de la obra se ajustaba a la normativa, si en la ejecución material de la obra se habían observado los parámetros de accesibilidad, quien era el responsable de la recepción de la obra, porque no se encuentra señalizada la peligrosidad del tránsito,….
No tengo la certeza de que Blasco Ibañez y Joaquin Sorolla recogieran en sus obras la “Ermita dels peixets”, pero seguro que pasearon por la playa hasta llegar a ella. La ermita data de 1901 y hasta la fecha ha hecho referencia a que un cura, en 1348, perdió la arqueta con las sagradas formas al caer su caballo cruzando el Carraixet aguas arriba, entre Almácera y Alboraia. El caso es que en la busca de las sagradas formas intervino hasta la esposa del primer President de la Generalitat, Jaume I, apareciendo las ostias en la boca de dos o tres peces en la desembocadura del barranc. A partir de ahora es posible que la ermita pase a llamarse “Ermita del miracle dels coixets” porque cada vez que uno intenta cruzar el barranco y no se descalabra se está dando un milagro. Y mientras se den los milagros, los responsables de semejante chapuza criminal, además de cara, seguirán gozando de total impunidad y firmando conformes de obras a todas luces ilegales que pagamos con los impuestos y sacrificios que hacemos los contribuyentes.
Valencia, 17 de septiembre de 2013
Acerca del Autor Vicente Valero
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