El perverso olor a discriminación

Lo malo que tiene vivir de prestado, es decir, no a base de una norma estable con su presupuesto anual y perdurable en el tiempo (repito y destaco: estable) es que no se puede planificar ni emprender nada a medio o largo plazo. Esta es una de las principales pegas que yo le veo a anquilosarse en la subvención. Siempre se vive al filo de la navaja, y la precariedad y fragilidad son características inalienables de este inseguro modo de sobrevivir.

Decir que no huele bien se convierte en una obviedad tan clara como que mientras dura una huelga de basuras una ciudad tampoco huele a rosas frescas recién cortadas de su tallo en primavera. Pero regresando al tema de la precariedad de la que hoy pretendo hablar, no es posible comprometerse a llevar adelante con cierta garantía de éxito unos estudios de media o larga duración sin la asistencia personal clave. Ello condena a muchas personas al obsceno analfabetismo, ello empeña muchas ilusiones y posibilidades de mejora de la preparación para tiempos futuros y destierra también el desarrollo máximo de la personalidad de cada individuo.

Supongo que nada de esto se ha tenido en cuenta en las respectivas concesiones de subvenciones para llevar a puerto una vida medianamente independiente. Del mismo modo que se cercena el compromiso necesario para ejercer el derecho a la educación, el pago habitual y sin riesgos se convierte en obligatorio e imposible de contraer a la hora de intentar entrar en el mercado laboral abierto. Los resultados los vemos año tras año, con la escasez de penetración de las personas segregadas por su funcionamiento en el mercado de empleo ordinario, mientras que prolifera el empleo protegido y el alto porcentaje de desempleo del colectivo de personas marginadas por su funcionamiento.

Sin embargo, no todo en esta vida hay que centrarlo en los ámbitos de la educación y el empleo remunerado, con la debida importancia que, indudablemente, tienen. Sólo por mencionar otro campo destacable para el que es también necesario el apoyo externo, ya sea técnico o humano (en forma de asistencia personal), citaré el terreno de lo afectivo. Es inviable de todo punto considerar la posibilidad de fundar y llevar adelante con ciertas perspectivas de éxito una familia. Es impensable entrar en ese otro “mercado” si el apoyo que se recibe no se vea apoyado por la ley y se basa en una prestación discrecional que hay que ir renovando cada poco tiempo. Esa situación resulta desconcertante e insoportable por igual. A nadie se le ocurriría tener que depender de una subvención para emprender semejante aventura, probablemente demasiado arriesgada y abocada a despeñarse por un profundo abismo.

Para nada es aceptable la ausencia de una norma (se llame como se llame) que garantice a medio plazo la posibilidad de llevar una vida independiente con los apoyos necesarios. Los casos actuales generan desconfianza en el estado de derecho y una inevitable necesidad de acudir a actuaciones alternativas para sobrevivir: así se multiplica el conocido clientelismo y el cautiverio de unos pocos votos.

Quien afirme que no es necesaria más que una subvención para acceder a otros terrenos como la participación pública y política, o la cultura, no dice toda la verdad y nada más que la verdad. Se tiene la fea costumbre de considerarnos como meros receptores de cultura y acción política. Se tiende a olvidar o desdeñar la palabra clave en ese sintagma. ¿Qué sucede cuando una persona con un funcionamiento peculiar pretende dejar de ser receptáculo de la cultura o la acción política para convertirse en emisario de ellas? Con demasiada frecuencia olvidamos que la clave está en la participación y que ésta no se limita necesariamente a visitar un museo o a depositar una papeleta en una urna.

Supongo que habrá personas cuya participación pública se extienda durante un periodo de tiempo mayor al que se tarda en ejercer el derecho al voto. Alguien habrá, y me consta que lo hay, que desee formar parte de la asociación de su vecindario, que tenga la intención de elaborar una película de principio a fin. Alguien querrá participar en la campaña política de su partido, negociar la investidura de su gobierno, y formar parte de la asamblea, consistorio o parlamento correspondiente. Con permiso de la muerte, nada de esto se lo puede permitir una persona sin contar con los apoyos necesarios. Desde luego no podemos eliminar de la ecuación la variable “muerte”, pero como parte de nuestra tarea de quitar cubos de basura que se van amontonando conforme pasan los días, debemos dotar de una manera estable a las personas con necesidades de apoyos extensos, y una subvención no resuelve el problema.

Autor: César Giménez Sánchez

César Giménez Sánchez