El tiempo de la vida

Es el tiempo el tesoro más preciado que tenemos. No hay nada más grande que compartir ese tiempo de la vida.

El Conejo Blanco de John Tenniel en Alicia en el País de la MaravillasPor avatares de la vida, hace unos años que vengo «hablando con el Tiempo», como diría el Sombrerero Loco (el de Alicia en el País de las Maravillas). Como si el tiempo fuese una persona. Tres ideas de esta conversación que mantengo cada día con él guardan una estrecha relación con la tarea de educar, y quizás puedan servir a alguien como alimento para la reflexión.

La primera la traigo con unas palabras que utilizó Einstein para explicar al común de los mortales algo tan complejo como la curvatura del espacio-tiempo, es decir, que el tiempo no es lineal ni absoluto:

«Si uno se sienta en una placa caliente un segundo, parecerá una hora… pero si una chica hermosa se sienta en tu regazo una hora, parecerá un segundo. Eso es la relatividad» (Albert Einstein).

De esta genial explicación, extraigo alguna idea: tenemos unas horas limitadas para estar, por ejemplo, con el alumnado, pero esas horas pueden ser vividas como un tiempo que duele o como un tiempo placentero. ¿Seremos capaces de hacer de ese tiempo y sus aprendizajes un encuentro deseable y substancial? En otro orden de cosas cabe esta reflexión: estaremos en el mundo un tiempo limitado, pero ese límite no está fijado, porque es relativo a lo que hagamos con él. La pregunta que me asalta es: ¿Qué estamos haciendo con nuestras vidas?

La segunda cuestión, que viene relacionada con esta primera, me la trae Heidegger en su libro “El ser y el tiempo”. Enseña en él que somos los invitados de la vida, y que tenemos que aprender a ser buenos invitados. Trataré de explicarlo y contextualizarlo en mi vida. Si soy sincero, mi conversación cara a cara con el Tiempo nació con la enfermedad de mi padre (y más tarde se relanzó con la de uno de mis hermanos). Vivimos como si fuéramos eternos, hasta que alguien cercano nos recuerda nuestra naturaleza precaria, nuestra limitación y nuestra levedad. Fue al principio de ese período que experimenté la tenaza de lo que los griegos llamaron Cronos: es el tiempo físico, cronológico y lineal que nos conduce inexorablemente a la muerte. Pero en el acompañamiento de mi padre en su enfermedad descubrí el otro tiempo del que hablaban los griegos: Kairós. Si Cronos es el tiempo que se agota, Kairós es el tiempo de la vida: el tiempo cualitativo, el tiempo indeterminado, el “tiempo del hombre” y de la oportunidad según Heidegger: es el tiempo mientras somos. Los resultados son objeto de Cronos, mientras que Kairós es el tiempo del proceso. Como cuando los niños y las niñas juegan, embebidos por la actividad que hacen. No existe otra cosa que esa actividad ahora. Heidegger lo llama “ser-ahí” (del alemán «Dasein»). Ahí, en esa circunstancia y no en otra, lo que nos pone en una dimensión completamente diferente del tiempo. Si Cronos (el tiempo cronológico) me acercaba inexorablemente a la pérdida de mi padre, Kairós me invitaba a vivir el momento continuo que se alejaba de la determinación condicionada por la muerte. El tiempo lineal, cuestionado por Einstein, nos acerca a la obsesión por la productividad y a la muerte, pero el tiempo de la vida nos lleva a centrarnos en el proceso, como el niño cuando juega. Las escuelas como instituciones nos empujan a regirnos por Cronos, pero es necesario desobedecer ese mandato en nombre de la vida: ¡La infancia tiene que ser respetada! Y los adultos tenemos que aprender de los niños y las niñas a ser-ahí, a disfrutar de nuestro tiempo. A resistir la instrumentalización que se hace de nosotros y reclamar nuestra humanidad y el valor educativo de la escuela.

La tercera y última reflexión la traigo con un pasaje de “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll. Desde que Alicia cae en el agujero, comienza la duda de si se trata de la auténtica Alicia. Ella misma afirma que algo le transforma en aquél viaje:

“Me pregunto si habré cambiado durante la noche. Veamos: ¿Era la misma al levantarme esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un poco distinta. Pero, si no soy la misma, la siguiente pregunta es ¿quién soy yo en el mundo? ¡Ese es el gran enigma!” (Alicia, traducción propia de Alice’s adventures in Wonderland, p.19).

El tiempo opera en nuestras vidas. Aprendemos, y es el aprendizaje y la experiencia el que hace de nosotros, otras personas. Estos años he cuestionado muchas de las ideas que asentaban mis concepciones educativas, sociales, humanas. Ya no soy la misma persona. En realidad nunca somos las mismas personas. Somos diferencias…

Ayer pude observar nítidamente esa realidad. Asistí a la graduación de un grupo de estudiantes del Grado de Educación Infantil en mi Universidad. No eran las mismas personas que entraron hace cuatro años en la Facultad, doy fe. Ahora la sociedad les llama docentes, como cuando el Conejo Blanco llamaba Ada a Alicia. Eso ocurre porque han cumplido con el expediente académico, con el tiempo lineal que se les exige, con el tiempo cronológico establecido para obtener un título. Pero la cuestión fundamental no parece que estribe en cómo les llamen, ni en el tiempo desesperante del reloj, ni en haber soportado como encima de una placa caliente… Lo esencial nace de ese otro tiempo deseado, del ser-ahí, de las conversaciones apasionadas, de los descubrimientos asombrosos, de las discusiones acaloradas, de las reflexiones íntimas, de las risas y los llantos, del aprendizaje y las emociones verdaderas… de la transformación personal. De la búsqueda continuada (sí, cada momento) a partir de esa pregunta substancial dentro y fuera de las escuelas: ¿Quién soy yo en el mundo? Y ante esta incertidumbre, un convencimiento: los niños y las niñas tienen las respuestas.

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[Este texto contiene algunas de las ideas fundamentales del Discurso de Graduación del Grado de Educación Infantil de la Universidad de Málaga que tuve el placer de dictar el 16/07/2016 en el Palacio de Congresos de Málaga. Va para ellos y ellas toda mi gratitud por su generosidad, y también por llenar de esperanza mis anhelos para las escuelas del futuro].

Fuente de la imagen: http://www.storynory.com/

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Acerca del Autor Nacho Calderón Almendros

Profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga (España). Interesado en la experiencia de exclusión e inclusión educativa de personas situadas en los márgenes por sus diferencias. Empeñado en que la escuela sea un lugar donde todos y todas podamos crear sentido

Acerca de Nacho Calderón Almendros

Profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga (España). Interesado en la experiencia de exclusión e inclusión educativa de personas situadas en los márgenes por sus diferencias. Empeñado en que la escuela sea un lugar donde todos y todas podamos crear sentido