El trono

Diario Oficial y leo: “La persona beneficiaria participará en el coste del servicio de teleasistencia según su capacidad económica de conformidad con los siguientes intervalos: a) Menos del IPREM mensual: Sin participación. b) Entre el IPREM mensual y el 1,5 del IPREM mensual: Participación del 50%. c) Más del 1,5 del IPREM mensual: Participación del 90%.”

La indignación me nubló la vista, me parece inaceptable que una persona que precisa un servicio para garantizar su seguridad e integridad se vea obligada a pagar por lo que le viene impuesto por su situación personal, pero el hecho de que deba de aportar la mitad del coste si sus ingresos son inferiores al 1,5 del IPREM (798,765) y si supera esos ingresos el 90% del coste del servicio, no digo lo que me parece. Con ese umbral de ingresos la práctica totalidad de quienes precisan escolta se ven obligados a pagar el 90 %, y si por necesidad imperiosa ese servicio lo precisan personas de su familia…. En fin, supongo que siempre cabrá la posibilidad de renunciar al servicio, por más que profesionales de su seguridad emitan informes sobre la necesidad de protección y las fatales consecuencias de no tenerla. Da la impresión de que lo que persigue la disposición es que todos los escoltados paguen el 90% del coste o renuncien voluntariamente al servicio.

La seguridad es vital, está garantizada y financiada con los impuestos. Todos somos susceptibles de encontrarnos un día en una situación de peligro cierta y constante: ser rodeados y agredidos con un micrófono en la calle mientras paseamos tranquilamente, o abrazados por un parado de larga duración, progenitor al que han retirado a sus hijos por no poder mantenerlos, afectado por las preferentes,…. Algún insolidario me dirá que para las situaciones de peligro está la policía y que en caso de darse la situación de peligro se llama a la policía para que acuda.

Cuando logré tranquilizarme y recuperar las constantes vitales volví al BOE. “La persona beneficiaria participará en el coste del servicio de teleasistencia según su capacidad …”. Jo, menudo susto más tonto me había llevado, en que estaría yo pensando. La aportación al coste del servicio es para el personal cascao y caducado o a punto, que viven solas y pueden pulsar un botón de alarma que llevan encima cuando se ven en una situación de peligro: se están mareando, se han caído y no puedan levantarse, están sangrando,…. En fin, son personas con poca salud, depredadores de recursos sanitarios que nos castigan aumentando la esperanza de vida a base de cuidados de larga duración que tienen que salir de nuestros impuestos, detrayendo recursos para, por ejemplo, la inversión en escoltas. Los impuestos están para lo que están, para lo demás están las tasas y los precios públicos. No es lo mismo una inversión en seguridad (escoltas o teléfono 112), que un gasto prescindible (teleasistencia). Aunque la verdad es que los que más tienen que llamar son los que no tienen con que pagar, los que tienen ingresos inferiores al IPREM, 532,51 euros, la mayoría bastantes menos, porque el hambre produce mareos.

No pretenderán los usuarios de la teleasistencia, cuando se sientan en peligro, llamar al 112 o pulsar un botón que conecte y desde ese servicio se coordine la atención que puedan precisar, previamente protocolarizada y, en base a los datos que de la persona aparezcan en el ordenador del centro del 112, se articule la asistencia necesaria. Ni que una de las funciones del 112 fuera: “La transmisión del requerimiento de asistencia a los servicios competentes para su prestación material, activando la prestación de auxilio más adecuado en función del tipo de incidencia y del lugar dónde se produzca”. O esta otra: “La coordinación, si fuera precisa, de la actuación de los distintos servicios que hayan de prestar las diversas administraciones o entidades competentes así como su seguimiento.”

Para situaciones de emergencia la del otro día… mientras me daban la cena en la cama estaba viendo un informativo y salen unas imágenes con el primer español recibiendo de pie a una peña de embajadores para presentarle las credenciales. La verdad es que la cosa iba rapidilla, paso legionario de los embajadores, porque el hombre tenía que acudir al “taller”, como a él y a mí nos gusta llamar al santuario de las batas blancas, enseguida. Lo que me llamó la atención es que dijeran que la recepción se efectuaba en casa en lugar de, como siempre, en el Palacio Real. Me pareció subrealista, estaba viendo a un hombre de pie, aguantando sobre una pierna para aliviar el dolor de la cadera contraria, la infectada, si apoyaba esa pierna. Recordé en ese momento las películas de la niñez, esas que veía en el cine Escalante en el Cabanyal, donde un rey sentado en un trono elevado sobre una tarima, recibía a los embajadores sentadito tranquilamente mientras se acercaba con paso decidido, ponía rodilla en tierra, doblaba la cerviz, entregaba la acreditación y daba el recado.

Y digo yo, si tenemos un asiento para el rey en el Palacio Real ¿por qué tenerlo de pie padeciendo?. Sí, ya sé que el trono esta elevado sobre una tarima de tres escalones, pero los zapadores de la Casa Real ya tienen práctica en hacerle rampas de pendiente adecuada para que acceda con seguridad y comodidad a los actos a los que acude. También sé que en su familia son ahorradores y mantienen el mobiliario de la sala del trono, que compró Carlos III allá por 1760; pero yo creo que no le habrá entrado la polilla al trono y podrá sentarse uno, bueno uno no, él dueño.

En fin, que si tenemos un trono no tiene que estar el rey de pie. En nada merma su capacidad el estar sentado, en un trono o una silla de ruedas si fuera el caso, como el rey más grande de España, Felipe II, que todos sabemos utilizaba una silla de ruedas empujada por tres personas. Y digo yo, si tenemos un servicio 112 no hay porque llamar a un servicio de teleasistencia que supone un gasto ineficiente, cuando existe el 112. No sé cómo expresar lo que me parece que un contribuyente pague con sus impuestos un servicio de emergencias para todos, y cuando la emergencia la tiene él tenga que llamar a otro servicio y volver a pagar. Al final, mi amigo Pepe, tendrá razón y soy un bendito.

Valencia, 30 de septiembre de 2013