Tienda de hilos

Engordando la madeja de la Diversidad Funcional

Ante la desidia gubernamental por difundir en condiciones la Convención internacional de los Derechos de las personas con discapacidad, que en España es Ley sólo comparable con los demás tratados internacionales (es decir, con similar rango jerárquico al de la Constitución) la ciudadanía tiene un cacao mental bastante importante a la hora de saber y definir correctamente el concepto de “discapacidad” y maneja muy mal el de “diversidad funcional”.

Durante largos años, rectifico: todos los años tienen 365 días salvo los años bisiestos. Durante muchos años se ha considerado que determinados seres humanos teníamos, tenemos y tendremos por los siglos de los siglos amén, taras, que éramos defectuosos, unos desviados, poco normales, dignos de reclusión, experimentación y muerte, subnormales, inútiles, inválidos y demás lindezas hasta llegar a minusválidos y discapacitados.


En este tiempo sólo se ha tenido en cuenta la realidad insultante a veces de la falta de normalidad de las personas, a quienes en ocasiones ni siquiera se nos ha visto como a tales. Se nos ha observado como a personas enfermas frente al resto de personas saludables, lo que ha supuesto una opresión brutal hacia muchas personas (hombres, mujeres, viejos, jóvenes, lesionados, con trastornos, con síndromes, cojos, ciegos, etc.) que hemos nacido o nos hemos visto abocados a vivir en una situación según la cual te dabas un porrazo y llegaba cualquiera para darte un rodillazo en los morros mientras gritaba: “te la has ganado”, y tus dientes besaban el suelo.

Es posible que esté exagerando un poco, mucho o que me esté quedando corto en mis apreciaciones. El caso es que a lo largo de la historia se ha visto a las personas con “diversidad funcional” bajo un prisma reduccionista en el que sólo cabía la dualidad individual salud-enfermedad. Si de algún modo se nos pudiera introducir en una ficha del juego de mesa Trivial Pursuit, todos nuestros quesitos estarían formados por la componente “enfermedad”.

Trivial-Pursuit
Trivial-Pursuit

Por desgracia para nosotros, la tormenta de palos continúa cayendo en su mayor parte, pero tenemos las herramientas para entender mejor de dónde proceden los rayos y centellas que nos dañan. Iba a decir que era una suerte para nosotros, sin embargo los relámpagos no cesan de arreciar, y nuestros posibles conocimientos (subrayo posibles) no logran detener esa maldita lluvia que tanto nos perjudica. Nos ocurre un poco como a los agricultores: perciben que hay sequía y que va seguir habiéndola, pero la danza de la lluvia no da buen resultado.

Desde hace algunos años se sabe que si a las personas con diversidad funcional nos pudieran encajar de algún modo en fichas del juego de mesa antes mencionado, la proporción de quesitos cambiaría radicalmente. Hoy somos más conscientes de que por cada quesito de “deficiencia” existen veinte mil quesitos de discriminación social. El contraste entre la dualidad médica y social que hemos vivido durante años (siglos, por mejor decir) frente a la realidad multidimensional de la persona con diversidad funcional no lo ha asimilado mucha gente. Y ya va siendo hora.

En muchos lugares y situaciones, todavía se nos toma como objetos sobre los que ejercer derechos extraídos de Dios sabe dónde, o se piensa en nosotros como en niños eternos, seres asexuales, asuntos dignos de investigación y estudio. Sin embargo, toda la población debe conocer que somos auténticamente seres humanos, sujetos de derecho, no objetos de beneficencia. La buena nueva es que, con los apoyos necesarios, como todo el mundo, como seres incluidos en la comunidad, tenemos mucho que aportar a nuestro entorno. Cada persona en la medida de sus posibilidades y preferencias podrá participar en este juego, justo como todo el mundo del planeta. La mala nueva, todo hay que admitirlo, es que recibimos apoyos insuficientes o innecesarios, con lo que seguimos excluidos de la mesa por nuestra diferencia.

Queda por discernir si los hechos nefandos vertidos contra nosotros son meros sucesos aislados o si nos encontramos ante una situación estructural a la que le pesan tanto los kilos de la historia y de nuestra cultura que resulta inamovible.

Así que mientras nos vienen mal dadas debatimos cosas tan aparentemente extravagantes como si tiene razón el evangelista San Juan al afirmar que al principio ya existía la palabra o no, o si somos personas discapacitadas o personas con discapacidad (encarnizado debate entre los supervivientes de la Pérfida Albión y los del reino de Porky), o si somos personas discriminadas por nuestra diversidad funcional.

https://youtu.be/i5R4ZrL2hqk
Se impone mayormente una desencaminada clasificación personal basada en la capacidad, la discapacidad y sus variantes, asignándoselas gratuitamente al individuo cuando a estas alturas de la marea sabemos que lo social tiene mucho que ver en este capítulo, encuentro o desencuentro. Hay colegios con discapacidad, aeropuertos nulos de nacimiento, personas ciegas ante la realidad ininteligible a la que se enfrentan, mentalidades nulas en generosidad, viviendas discapacitadas, taxis impedidos, teatros inválidos, trenes inútiles y ordenadores tullidos. A lo mejor es momento de abandonar el citius, altius, fortius olímpico que con frecuencia nos conduce a un callejón sin salida. Alguien de extremo centro diría que de todo hay en la viña del Señor.

La diversidad funcional es aplicable a todas las personas. Quiere decir, ni más ni menos, que todos funcionamos de modo diferente. Además, debido a nuestro funcionamiento, algunas personas somos discriminadas y otras no lo son. Así, intenta aportar algo de claridad a la oscuridad en la que vivimos (o sobrevivimos). Trata de reducir la confusión que genera el término “discapacidad”, al tiempo que elimina de un plumazo nuestra mayor o menor habilidad o capacidad de una ecuación deshonrosa que nos atenaza al intentar clasificarnos en un bote de formol. A problemas individuales, como los que se presentan bajo el paraguas de la discapacidad médica, se intentan proporcionar soluciones también individuales. Habiendo pasado de lo individual a lo social, lo que tenemos son asuntos relacionados con nuestro entorno, los remedios tienen que abordar un mundo que se vuelve cada día más complejo. Curar esta sociedad cada vez más discriminadora, apabullante y emponzoñada debe resultar muy gratificante. En ello estamos.