Feliz cumpleaños CERMI

CERMI ha decidido celebrar su vigésimo cumpleaños con la edición de una Guía de Estilo que dice básicamente “persona con discapacidad” es bien, “persona con diversidad funcional” es mal. Personalmente opino que la celebración les habría quedado más lucida presentando, por ejemplo, un calendario para la desinstitucionalización de las personas viven en esas residencias que muchas de las entidades que conforman el CERMI mantienen. Estaría muy en línea de la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) que menciona la guía y hubiera sido motivo de un tremendo fiestón de cumplirlo para su, digamos, trigésimo aniversario, en vez de centrarse en cómo nos denominamos, como conjunto, las personas cojas, tullides, locas y demás hierbas diversas del jardín.

Llego a la guía a través de una publicación de Down España de la que recojo, confiando que no les importe, la cita y la imagen y a la que haré alguna referencia. Pero, antes, alguna explicación sobre el término diversidad funcional que veo que sigue sin acabar de entenderse.

Se propone el término en 2005 por el Foro de Vida Independiente y Divertad. Muy recomendable leer el desarrollo completo aquí. La idea es recoger, en un término neutro para las personas a las que quiere representar y no basado en el parámetro capacidad, que nuestra realidad se caracteriza por la discriminación a la que estamos sujetas por desplazarnos, comunicarnos, percibir o interpretar el mundo de una forma que es diferente a la normativa.

Contrariamente a la suposición que hacen desde Down España, las personas que nos definimos como discriminadas por nuestra diversidad funcional ni negamos ni ocultamos que nuestros parámetros biofísicos son los que son y se alejan de los estándares. Esta diversidad no es buena ni mala, simplemente es y a algunos nos ha tocado estar más alejados de esa ficción estadística que denominamos normalidad. Eso sí, cuando ese alejamiento interacciona con una construcción social orientada a lo normativo produciendo discriminación, lo denunciamos.

Otra potencialidad  del término es abandonar el eje de pensamiento capacidad-discapacidad. Me parece muy bien que CERMI luche por una terminología positiva pero me temo que con persona con discapacidad no lo han logrado. Tenazmente la RAE sigue señalando que el prefijo dis- indica negación o contrariedad. No conozco más grupos sociales que se definan por lo que no pueden hacer, así que podría etiquetar el término de persona con discapacidad de original pero desde luego no como positivo

Me deja perplejo la justificación de motivos que ofrece en CERMI: La autoridad y la legitimidad para la autodesignación pertenece claramente a la discapacidad organizada y no puede ser sustituida por nadie. La frase se ubica en algún punto entre el oxímoron y la prepotencia. Permítannos, señores, que nos autodesignemos como nos dé la gana!

Señala la Guía que “persona con discapacidad” es la terminología usada tanto en la CDPD como en la normativa interna y que la conocida como Ley de Dependencia señala que debe cambiarse en los textos normativos de “MInusválido” a esa acepción. Aquí, claro, tengo que cerrar el pico porque es así. Pero, ya puestos, me pregunto si no estaría bien que el CERMI se aplicara la misma receta. Es decir, de CERMI a CERDI. Si, ya sé que no suena demasiado bien pero es lo que tocaría.

El MI que arrastra el acrónimo CERMI señala dos cosas: de dónde se viene y que, efectivamente, el lenguaje y las ideas evolucionan. Ese de dónde se viene explica muchas cosas. Por ejemplo, esa tendencia a la minusvaloración e infantilización. Uno esperaría de sus representantes que le explicaran las opciones para poder elegir y se encuentra con que debe ser especialmente diligente para no contrariar este mandato expreso y terminante.

El lenguaje y las ideas evolucionan. Avanzamos desde la minusvalía a la discapacidad y, algunas, a la diversidad funcional. Las que estamos en esta última nos sentimos ciudadanas, independientes y empoderadas y no podemos aceptar la falacia que supone trasmitir a las entidades a las que se representa que la expresión diversidad funcional supone un ataque al enfoque inclusivo y de defensa de Derechos.

En poco más de 10 años, una búsqueda en google muestra 515.000 entradas para el término diversidad funcional. Es usado por esas “minorías” y en foros de debate y en la  academia y por autoridades y en los medios y etc. Y a pesar de tener la oposición declarada del CERMI, ni más ni menos que 3,8 millones de personas con discapacidad y 8000 asociaciones luchando por sus derechos, esta incluso le dedica una Guía de estilo en su cumpleaños…  Algo tiene “diversidad funcional”, ¿verdad?

Feliz cumpleaños, CERMI. Os deseo que aprendáis a respetar la opinión individual y colectiva de la minoría inmensa de las personas con diversidad funcional.