Imagen de la discriminación

Ya la ha liado la Alcaldesa de Madrid otra vez. Siempre que habla o hace algo sube el pan, mejor que se estuviera calladita. Su último invento es permitir que en la cabalgata de 2016 salga una mujer disfrazada de reina maga en lugar de (como tiene que ser) un rey mago, a ser posible, de pelo en pecho. Y es que tanto la tradición como la realidad indican que el astrónomo fue un señor, no una señora. Esto de “astrónomo” ya es una cesión bastante grande, porque todos sabemos que era un rey con corona y todo.

Debemos ser conscientes de que los auténticos protagonistas de esa velada son los niños, no los adultos; por tanto, no es el lugar ni el momento adecuado para que venga una feminista a hacer ninguna reivindicación. Ya es lo que faltaba. Y más aún viniendo todo de un partido político que se jacta de ser de todo menos monárquico. Resulta muy paradójico sin duda. Puede ser afín a la república, a la dictadura venezolana, o a lo que sea (bueno, no conocemos su postura respecto a la tetrarquía).

La llamada “suspensión del descreimiento” (cuando alguien se cree que hasta existe el Halcón Milenario) es algo aceptable en diferentes formas de arte: desde el teatro hasta los libros o el cine. Ello ha llevado hasta consentir que en la obra maestra del cine “Birth of a Nation” un blanco con la cara tiznada de negro hiciera de tal. Si me apuran incluso en la mayoría de cabalgatas de reyes magos, Baltasar ha sido de toda la vida un chicarrón del norte con zapatos de Baltasar, eso se admite, pero ¿una mujer de negro y calzando zapatos de rey? ¡Hasta aquí podíamos llegar!

Así, en los orígenes del teatro (esa época en la que las mujeres estaban vetadas de los recintos teatrales y de las representaciones) tenemos la magistral obra de Aristófanes: Las Asambleístas, en la que los hombres de la ciudad (polis) han salido de la misma para ir a la guerra. Las féminas gobiernan en su ausencia y pasan los desastres típicos de una comedia clásica. Ahora bien, ya he dicho que a las mujeres no se les permitía participar en estos actos, por ello el elenco estaba constituido por hombres que hacían de mujeres disfrazadas de hombres. Un lío en toda regla, una comedia genial.

Pero esto es muy diferente. Venga ya, ¿acaso alguien se imagina a un Ben Hur sordo o a un Supermán cojo o incluso a Denzel Washington interpretando a Lincoln? Vale que el actor negro tenga un premio de la academia, pero de ahí a hacer el ridículo distan galaxias. Y vale que la integración de las personas negras en la sociedad normal tuviera como figura relevante a Sidney Poitier, el de “Adivina quién viene esta noche”. Se puede, con mucho esfuerzo, llegar a entender que a una sorda como Marlee Matlin se le diera otro premio de la academia.

Espera, ¿una mujer sorda premio de la academia americana? ¡Por los clavos de Cristo! Esto ya no es lo que era. Primero las mujeres, luego los negros, más adelante las personas discriminadas por su funcionamiento. Desde luego el mundo se ha vuelto al revés. Menos mal que la presencia de estos últimos es prácticamente testimonial, y menos mal que el predominio del hombre blanco prevalece sobre todas las cosas.

Sólo faltaba que quienes funcionan de modo diferente y son segregados por ello saltaran del mundo del arte al mundo real. Ah, ¿que poco a poco lo están haciendo? Pues habrá que ponérselo más difícil todavía.