Intolerancia en la cultura

En el día de los museos se me pone en una disyuntiva ante la variedad de instalaciones culturales existentes en Málaga. Casi es obligatorio que acuda a un recinto cultural. Que si tengo que ver el Museo Ruso, que si es mejor ir al Thyssen, que hay una exposición muy chula en el Centro de Arte Contemporáneo, que no me puedo perder una visita al Centro Pompidou, y otros comentarios que me colocan en un verdadero brete. Finalmente, debido a recientes experiencias, decido quedarme en casa.

Es indudable que nuestra ciudad tiene numerosos museos e instalaciones culturales. Lo que sucede es que, o bien no son accesibles conforme al Artículo 30 de la Convención o bien no lo es su entorno. Dicho artículo, que trata sobre nuestra participación en la vida cultural, las actividades recreativas, el esparcimiento y el deporte dentro de nuestra comunidad, establece que es el deber de las autoridades competentes en cada caso facilitar y posibilitar tomando todas las medidas pertinentes (y no dice ajustes razonables) para que ejerzamos nuestro derecho a participar, en igualdad de condiciones que todo hijo de vecino, de la cultura, el arte, el ocio y los deportes que se desarrollen a nuestro alrededor.

inmediaciones del Centro de Arte [Clic para ampliar la imagen]

Este derecho a participar en la planificación, el disfrute y la ejecución de dichos eventos tiene dos vertientes. En primer lugar, hay que considerar que el acceso físico (entradas, salidas, terreno y entorno) debe ser viable. En segundo lugar, hay que conseguir que el contenido de lo que vayamos a presenciar esté diseñado de tal forma que sea inteligible a toda la ciudadanía (o a la mayor parte de ella). Aquí se incluyen los Artículos 9 y 5 de la Convención.

En principio, y creo que en final, me decanto por hablar un poco sobre lo más sencillo, esto es, el acceso físico a los sitios donde tienen lugar tales eventos, competiciones, exposiciones, etc. porque muchos de ellos no lo son (accesibles) ni se tiene la intención de habilitarlos para que lo sean. Y mira que es triste ser testigo y ser excluido de semejantes actividades con lo fácil que sería remodelar estos lugares para uso y disfrute de todos sin excepción.

El autor paseando por el entorno del Centro Pompidou

Lo anteriormente dicho no quita para que considere que la accesibilidad al “contenido” del acto cultural, deportivo, etc. no sea igualmente importante. Pero es inútil estar físicamente en un lugar (llámese este biblioteca o teatro) si no se va a poder percibir el contenido de los materiales allí expuestos o representados o disputados (en el caso de una competición deportiva).

Tomemos como ejemplo de lo primero el Centro Pompidou ubicado en el muelle uno del puerto de Málaga. La realidad es que no he podido entrar en él por la falta de accesibilidad de su entorno, por lo que me resulta imposible valorar por mi mismo la calidad de lo que se expone en este sitio. Puede que sea por este motivo que me circunscriba a los alrededores del lugar, ya que me está vedado. Lo peor no es el hecho concreto de sentirme excluido de tal sitio, sino la sensación general de que esa exclusión es normal y aceptable. Además, me resulta muy hipócrita hablar de Málaga es una ciudad hospitalaria, amigable y otras zarandajas.

A ese sentimiento contribuye mucho el propio movimiento organizado y desorganizado de la discapacidad, que no tiene las ganas o la fuerza necesarias para generar un cambio deseado por individuos como yo y otros. Más que señalar a movimientos o asociaciones concretas, considero necesaria la crítica personal: esto es, la autocrítica. Es posible que como consecuencia de mi falta de fuerza de convencimiento no se produzca la voluntad política y social tan deseada por mí.

Podría sugerir y sugiero algunas soluciones para la mejora de nuestro bienestar (que es el bienestar de todos), como el cumplimiento íntegro de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, pero las cosas de palacio van súper despacio y éste parece un palacio frágil como ningún otro que haya conocido la humanidad. Finalmente, he de concluir que siendo esta Convención un Tratado internacional con rango de ley en España (más que sugerencias) y que hay entidades de renombre que intentan que se cumpla y se trasforme la sociedad para que todos nos sintamos parte de ella, lo que yo diga o deje de decir parece superfluo.