Visto el deficiente desarrollo de la asistencia personal en España a través de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, se ha hecho necesario, a lo largo de los últimos años, no sin sudor, su complemento por parte de decretos, órdenes y demás normas para intentar acercar en varias autonomías la vida independiente de las personas al espíritu de lo que recoge la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Porque digo yo que si la semana tiene 144 horas, es bastante miserable que quienes precisamos de la asistencia personal para desarrollar nuestra vida independiente en igualdad de condiciones con los demás recibamos ayuda sólo para tener dicho apoyo durante 17 horas a la semana como mucho. No me centraré ahora en quien recibe menos horas de asistencia personal porque sería para gastar un paquete de pañuelos enterito.
Sin embargo, veo necesario repetir que se dan numerosas trabas para recibir ese medio. Algunos obstáculos están puestos por escrito y se pueden contrastar pero otros ni siquiera merecen un poco de tinta, con lo que es imposible ponerles freno, probar que existen y enfrentarse con cierta garantía de éxito a ellas. Estoy hablando de las imperdonables barreras que la administración coloca según la edad y la diversidad funcional del individuo en órdenes cuchicheadas para que nadie se dé cuenta de la discriminación que se está ejerciendo.
Entre los impedimentos con los que se encuentra el solicitante hay uno bastante ridículo. Intentaré darle forma en pocas palabras: oficialmente, tenemos derecho a la asistencia personal las personas que la necesitamos para las actividades básicas de la vida diaria, para estudiar y para trabajar. Por tanto, queda bastante abierto a interpretación lo que se indica por “actividades básicas de la vida diaria”, me pregunto si eso incluye ir a un restaurante, a un museo, viajar por el motivo que sea, escuchar una conferencia, participar en la asociación de tu vecindario, o mil cosas más que no sé si son básicas o no lo son. Según la comunidad autónoma en la que te encuentres el pulgar puede señalar hacia arriba o hacia abajo. Ese es uno sólo de los motivos por los que esta prestación económica ha fracasado tan rotundamente, ya que las puertas de la educación reglada y el empleo remunerado con más frecuencia de la deseada permanecen cerradas con mil candados para las personas con diversidad funcional con necesidad importante de apoyos externos.
A todas estas dificultades para acceder y mantener la prestación por asistencia personal que conduce a la verdadera inclusión en la comunidad, hay que añadir las desigualdades territoriales que propicia la propia ley. Si una persona reside en Andalucía, no recibe la misma cobertura que si reside en las Baleares o en la comunidad Valenciana. De este modo hay sitios en los que, en palabras del Napoleón de Rebelión en la Granja de George Orwell, “todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.
El que personalmente me produzca risa el nombre extendido del SAAD (Sistema de Autonomía y Atención a la Dependencia), porque tiene narices que se atienda a la dependencia mientras que a quien se debe atender es a las personas dependientes, no significa que me produzca tanta gracia la mera existencia de este sistema. Considero, y que me corrija quien sepa de estas cosas, que contribuye a establecer diferencias de criterio según el Reino de Taifas en el que hayas caído.
Finalmente, tengo que mencionar el artículo 67 de la inexistente Ley General de la Discapacidad. Dicho artículo era el único lugar de esa norma que mencionaba la asistencia personal, y la supeditaba a “ayudas y subvenciones” lo cual no suena muy serio. Con todo, aprobar dicha ley de guasa y seguir avanzando en el asunto de la diversidad funcional, no se ha considerado prioritario ni conveniente hasta ahora para este gobierno. Lo que debía estar en funcionamiento desde Agosto de 2.012, todavía está tumbado a la bartola esperando su tramitación por parte de quien corresponda. Pero el borrador y la supuesta ley ni siquiera suponían un leve acercamiento desde esta chalupa hasta la orilla en la que moriríamos de agotamiento. No, no falleceremos de cansancio sino de aburrimiento.