Las dis-mujeres

Parece que las mujeres con diversidad funcional no podemos ser mujeres, porque más allá de nuestra diversidad funcional no se nos otorgo genero, ni sexualidad.

Solo somos seres discapacitados que en ocasiones se integran con la “a”; discapacitadas.

Discapacitadas para sufrir violencia sobre nuestros cuerpos y nuestra autonomía, porque se nos dio la “a” para violarla y las dis-capacidades para no poder denunciar esa violencia.

Integrantes de una espiral de cuidados asociada a nuestro genero, donde nuestro nacimiento depende de leyes y plazos que nos enfrentan con los derechos de otras mujeres sin quererlo, sin ser culpables ninguna, más allá, de los ojos con los que nos obligan a mirar, para ver, un futuro sin posibilidades para parir una niña diversa y digna.

Potenciales cuidadoras, a las que sin embargo hay que cuidar, que no generaremos vida, porque se nos negó la maternidad en el imaginario social o sin tapujos, con esterilizaciones. A las que por designio, nuestras madres cuidaran, para cerrar la alambrada de espino de la discriminación de la “dis” y la “a”.

Así cometemos a diario el delito de no llegar a los roles femeninos que el resto de mujeres por opresión deben realizar, porque eso que dicen que es ser mujer, nos lleva a ser agotadas supermujeres heroínas y ejemplos de superación, ya que de lo contrario, seriamos tachadas de fracasadas discapacitadas.

La violencia machista es una violencia social que nos posiciona invisibles, un poco más con cada múltiple discriminación. El binomio mujer/discapacidad se reproduce múltiple, si somos migrantes, pobres, lesbianas. Cuanto más posibles, cuanto más diversas, más potencialmente discriminadas.

Hay quien nos nombró mujeres, mujeres con discapacidad y firmó nuestros derechos en la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, en el artículo 6, asegura que; Los Estados Partes tomarán todas las medidas pertinentes para asegurar el pleno desarrollo, adelanto y potenciación de la mujer, con el propósito de garantizarle el ejercicio y goce de los derechos humanos y las libertades fundamentales establecidos en la presente Convención. Sin embargo, dedicarnos unas palabras firmadas no cambia nuestras realidades, si no vemos que la violencia contra las mujeres con diversidad funcional, es una violencia social que tiene caras en las que cualquiera puede sorprenderse reflejado, porque la sutileza de la violencia machista en nuestro colectivo, es un hilo fino que va desde la accesibilidad a un baño que contemple las necesidades fisiológicas de la vagina o el acceso al ginecólogo, hasta no vernos como potenciales usuarias de asistencia sexual o como madres con diversidad intelectual. Lo obvio y lo extremo provienen del mismo machismo del que bebe la violencia.

Las mujeres con diversidad funcional, las diversas funcionales, tenemos que cambiar la lucha, de ser lo que se espera de nuestro genero a pararnos a pensar que mujer queremos ser y que significa para nosotras ser mujer dentro de un mundo de cuerpos y mentes diversas, para buscar el autoconocimiento que nos permita visibilizar nuestras verdaderas necesidades, aquellas que hasta nosotras mismas nos negamos.

Nos vemos en las calles

7N CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA

NADA SOBRE NOSOTRAS SIN NOSOTRAS

Acerca del Autor Elena Prous

Elena Prous, en el FVID desde 2009, Estudió enfermería y ejerció durante unos años hasta comenzar a dar vueltas en estudios sobre derechos humanos, escritura creativa y en la actualidad, Antropología. Activista de punzón y charletas, es articulista en la revista Infomedula.org desde 2008 y bloggera desde 2012 en tambiendebajodelagua.com.

Acerca de Elena Prous

Elena Prous, en el FVID desde 2009, Estudió enfermería y ejerció durante unos años hasta comenzar a dar vueltas en estudios sobre derechos humanos, escritura creativa y en la actualidad, Antropología. Activista de punzón y charletas, es articulista en la revista Infomedula.org desde 2008 y bloggera desde 2012 en tambiendebajodelagua.com.