Leyes para fomentar el aburrimiento

Como me temía, ni el día internacional de los derechos de las personas con discapacidad ni el día de los derechos humanos trajeron consigo el cambio mágico en la sociedad que era deseable y digno. Y eso que el 3 de Diciembre, día de los cascaos, salió en el boletín oficial del estado que se había aprobado la Ley General de los Derechos de las Personas con Discapacidad y su inclusión social (LGD), o algo así porque hablo de memoria y todavía no he estudiado el máster para aprenderse los títulos de algunas leyes. En el BOE del 10 de Diciembre, día de la conmemoración de unos derechos humanos que nunca han llegado a desarrollarse del todo ni para todos, aparecía en la misma publicación que se había aprobado la LOMCE (Ley Orgánica de la Mejora de la Calidad Educativa).

La ausencia de transformación social era lógica por otra parte. Por un lado hay que decir que la LGD y la LOMCE no suponen ningún avance en lo referente a las personas con diversidad funcional ni al alumnado en general. Por otro lado, aunque sí significaran un avance, es verdad que del dicho al hecho hay un gran trecho; dicho de otro modo, que obras son amores y no buenas razones.

Ambas normas suponen claros ejemplos de la falta de autocrítica que se ha instalado con comodidad en nuestra cultura y reflejan el desmoronamiento del país empezando por sus raíces, omitiendo nuestro doble origen: judeocristiano y grecolatino. Asimismo, reflejan la mediocridad de nuestras autoridades, de los legisladores, y del pueblo que los hemos votado y mantenemos en el poder.

Personalmente no veo necesidad lógica para la existencia de la nueva LGD porque sólo refunde tres leyes (la Ley de Integración Social del Minusválido de 1.981, la Ley de Igualdad de Oportunidades, no Discriminación y Accesibilidad Universal de 2.003, y la Ley de Infracciones y Sanciones en Materia de Igualdad de Oportunidades, no Discriminación y másteres varios de 2.007) sin añadir nada a normas ya existentes desde hace años (más de 30, más de 10 y más de 6 respectivamente) en una sola ley que, como las anteriores, previsiblemente no se cumplirá.

Respecto a la nueva Ley de Educación, y sin tener en cuenta sus posibles mejoras y males que como toda norma tiene, ya desde la base, el preámbulo confunde “educación” con “empleabilidad”, causa de sorpresa y sospecha. Más aún cuando se cuela de rondón la asignatura “espíritu emprendedor” como sucedáneo de “filosofía”, que sigue en la etapa postobligatoria. Pero hay prioridades y prioridades.

En referencia a esto de la educación que muchos vemos como algo despreciado pero muy necesario para formar a los ciudadanos, los malos modos y la falta de buena voluntad no son de ahora sólo. Me viene a la memoria que cuando después de un año persiguiendo a la rectora de mi universidad conseguí verla, sus palabras de recibimiento fueron algo así como lo que sigue: no vengas a pedir dinero que las cosas no están para muchas alegrías. Después de este cordial saludo le dije que claro que no iba a pedirle ningún dinero (a pesar de que sabía que acababa de recibir entre 15 y 20 millones de euros por ganar algún premio, o sea que cuartos había a espuertas) sino que a lo que acudía era a que introdujera cuñas y cursos destinados a enseñar a eliminar barreras físicas y mentales respecto a las personas con diversidad funcional.

Por supuesto la respuesta fue una corrida de toros de las que hacen historia en su despacho, es decir que su contestación fue más o menos en el sentido de que los programas académicos ya se encontraban saturados y no era menester introducir nuevos asuntos referentes a derechos humanos. En fin, que naranjas de la China, que ni cuñas ni asignaturas ni investigaciones referentes a apoyos a este grupo importante de personas.

Cuando recientemente leo que en numerosas universidades extranjeras, no podía ser de otro modo, proliferan cursos, grados, postgrados, doctorados, seminarios interdisciplinares y demás centrados en estudios sobre la diversidad funcional desde puntos de vista de la historia, el derecho, el trabajo social, la educación, la arquitectura, y otras menudencias, llegando incluso en algún caso a ofrecerse la posibilidad de estudiar completamente online una carrera en ese sentido, a punto estuve de caerme para atrás de mi silla de ruedas, pero aquí sigo, simplemente mostrando que nuestro sistema educativo, y por extensión el social, va con retraso al sistema establecido en otras naciones.

Saliendo de la burbuja académica y regresando al planeta tierra debo reiterar una vez más que constato a diario que las barreras a las que nos enfrentamos las personas con diversidad funcional siguen ahí. Por supuesto no van a desaparecer con ninguna nueva norma, que ayudaría, pero seguirán presentes cada vez que a una persona como Nuria Gómez, experta en vida independiente y usuaria de silla de ruedas motorizada, se le niegue el acceso a un avión cuando se dirige a Lisboa desde Barcelona para dar una conferencia respecto a nuestra situación. No negaré que la ciudad portuguesa me encantó cuando viajé allí, pero resulta escandaloso que una línea aérea como TAP le niegue el acceso con su vehículo a una persona por la excusa burda de que el voltaje de su silla de ruedas supera el permitido para la seguridad de la circulación aérea en el espacio europeo (arbitraria y caprichosa medida aplicada o no según la ocasión).

Aun en el caso de que desapareciera toda discriminación por razón de diversidad funcional y se diese la eliminación de todas las barreras físicas y mentales que ponen y tienen las personas sin diversidad funcional, todavía existiríamos numerosas personas con necesidad de apoyo de una asistencia personal digna y suficiente. Proporcionarnos esa asistencia personal necesaria, a día de hoy es una pura quimera.