Vamos a ver si me aprendí bien la lección: una sociedad basada en la agricultura dio paso, en el siglo XIX, a una sociedad basada en la industria. Todo esto, debido a los avances técnicos originó un lío muy grande puesto que surgió la necesidad de reubicar a muchos trabajadores que hasta entonces habían laborado el campo. El cuento se repite: Del mismo modo que tuvo lugar una gran crisis hasta que se resolvió el asunto y se asentó la nueva sociedad industrial (propia de los siglos XIX y XX) nos encontramos ahora en una situación similar debido a los problemas que trae consigo la sustitución de la sociedad industrial, en la que hemos crecido, por una nueva sociedad de la información y la comunicación a la que estamos irremediablemente abocados, si no estamos sumergidos ya en ella.
Este cambio conlleva una serie de problemas que, a veces, parecen superarnos. De todos modos, no se sabe a ciencia cierta si la tormenta que nos asola es causa o consecuencia de la transformación del modelo de sociedad en que nos situamos. De lo que no cabe la menor duda, es que tenemos un gran Houston que no podemos ignorar.
Esta desorientación se asemeja bastante a la que padecemos cuando nos enfrentamos a un cambio de perspectiva con respecto a las minorías de nuestro planeta. Como siempre, algunos países se adaptan con mayor rapidez a los nuevos paradigmas que otros. Toda sustitución acarrea aceptación por unos, pasividad por otros, e incluso rechazo por algunos. La cuestión es que adoptar medidas conducentes a la disminución de la brecha entre Personas con Diversidad Funcional y resto de población se ve mermada porque esas políticas se basan en un modelo anterior al actual. No se puede pretender arreglar el culo con las témporas.
Es cierto que el cambio de sociedad industrial a globalización no ha venido solo sino acompañado de un gran hundimiento económico, social, y de valores éticos y morales. Y no se puede actuar eficazmente en una sociedad asentada sobre el conocimiento con medidas más propias del siglo XIX. Tan cierto es lo anterior como que lo mismo estamos observando respecto al cambio en el modelo que se refiere a las vidas de las Personas con Diversidad Funcional.
En años precedentes era universalmente conocido y reconocido algo llamado “modelo médico-rehabilitador”. En esta visión sólo se observaba a la Persona con Diversidad Funcional desde una perspectiva médica. Es decir, únicamente se tenía en cuenta su dimensión en el campo de la salud, pasando a verla como persona enferma o juguete roto que necesita ser totalmente arreglado para su bienestar y su plena participación en la vida de su comunidad. Entre tanto, se limitan ciertos derechos y obligaciones de unos seres que se toman como “defectuosos”.
Con la llegada del siglo XXI y la sustitución de la sociedad industrial por la del conocimiento, en medio de la cual nos encontramos, se comienza a observar que la persona con ‘discapacidad’ transciende sus características sanitarias y se tiene en cuenta su faceta como actor de su vida en situaciones tan dispares como la educativa, la laboral, la artística, la política, etc. Como por arte de magia damos con nuestros huesos en una consideración de la Persona con Diversidad Funcional como persona, enmarcada en el “modelo social”.
Tan crucial será para la familia humana abandonar el modelo médico por el social implementando las políticas adecuadas a este nuevo paradigma, como transitar con acciones efectivas y legales a la sociedad que tenemos encima.
Autor: César Giménez Sánchez.