Mujeres discapacitadas

Hay momentos en los que las conquistas sociales reclaman un nuevo escenario, el código debe renovarse y la brújula deontológica se extravía o se confunde. Son periodos de interregno en los que deben convivir las ideas incipientes con las reaccionarias, se agota el modelo dominante y el nuevo no acaba de consolidarse. Ya decía Flaubert, referente al transcurso de creencias al pasar del politeísmo al dios uno y trino: «Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo.»

El caso es que en una de estas orfandades nos ha tocado vivir nuestra propia historia personal y el avance que estamos generando es el de una sociedad igualitaria en la que grupos secularmente marginados van cambiando la invisibilidad por la plena participación activa en todos los ámbitos. Hablamos de personas con discapacidad, de la mujer, de los escapados de la pobreza en busca del legítimo derecho a que su futuro sea incierto, como lo es el de todos los que ya vivimos instalados en un presente más o menos confortable.

En este momento si para alguien el cambio social está suponiendo un peaje personal, si para alguien la conquista de la normalidad está siendo una cruzada, es sin duda la mujer. Por ahora la ley escrita no es suficiente para protegernos de alimañas inadaptadas, incapaces de aceptar con naturalidad la igualdad de oportunidades ante la vida. Ya no vale el modelo de La perfecta casada de Fray Luis, pero está por venir el manual que sugiera la perfección incipiente. Una de las principales causas del aumento de asesinatos, además de la violencia creciente como medio de resolución de conflictos, es este nuevo papel de la mujer en la sociedad, rechazado sistemáticamente por un maltratador sin perfil definido (ninguna clase social queda a salvo) y al que tampoco excusa la demencia porque por lo general actúa en pleno uso de sus facultades mentales.

La ley integral contra la Violencia de Género de 2005, además de incluir órdenes de protección que permiten dictar medidas cautelares penales y civiles, ha propiciado el aumento de denuncias ante la garantía de que la agresión contra la mujer antes era una falta y ahora se tipifica como delito, pero juzgados, policía y guardia civil aparecen desbordados por la demanda. El problema del maltrato y el asesinato de mujeres no queda al margen de la crisis, siempre va a resultar escasa la partida de recursos económicos para respaldar esta toma de conciencia sobre el maltrato que ha pasado de considerarse como cuestión privada a entenderlo como problema social que puede ser remediado mediante una acción colectiva.

Desde la Discapacidad, las mujeres de Andalucía trabajan en la inclusión de un eje transversal con el fin de alcanzar la accesibilidad universal: el género. Hay condiciones propiciadas por la discapacidad que sitúan a la mujer en condiciones más vulnerables: ser menos capaces físicamente, una mayor dependencia de la asistencia y cuidados de otros, unido al miedo a denunciar el abuso por el riesgo de perder los vínculos y la provisión de cuidados. En ocasiones, como también es el caso de las mujeres inmigrantes, el marido es prácticamente su única conexión social que la mantiene en una condición de aislamiento. Esta reflexión de doble discriminación por razón de género y discapacidad es incipiente y se ha hecho necesaria en la medida en que se ha ido comprobando que las personas con discapacidad son receptoras de un mayor número de abusos.

En Andalucía, La Federación de Asociaciones para la Promoción de la Mujer con Discapacidad LUNA trabaja de modo permanente en la concienciación sobre esta doble discriminación y ha puesto en marcha un programa específico dedicado íntegramente a promocionar a las mujeres con discapacidad. Por este trabajo ha recibido ya dos reconocimientos : en Madrid el Premio Nacional del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) y en Sevilla el Premio a las Buenas Prácticas que concede la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía.

Que las situaciones de maltrato hayan salido del ámbito doméstico para convertirse en un problema social con medidas judiciales concretas, repercusión mediática e inclusión en los proyectos educativos está ayudando a propiciar una igualdad natural cuyo elevado coste en vidas humanas requiere cuando menos un gesto de gratitud del porvenir no menor al permanente gesto de generosidad que supone este presente de lucha por cambiar una sociedad injusta que maltrata a los menos favorecidos. En esta especie de Oficio de tinieblas laico desde el que estamos convocados a resistir la barbarie y la exclusión, somos de los que como Goethe casi moribundo, se empeñan en buscar luz, más luz.

Gonzalo Rivas Rubiales

27/2/2009. FUENTE: MalagaHoy.es