Porque se trata de igualdad, ¿no?

Últimamente se ve en las noticias y en nuestro alrededor un panorama verdaderamente desolador. Tanto en lo político y económico como en lo llamado “social” el presente inmediato no aparece como algo alentador, el futuro cercano tampoco invita mucho a la esperanza, la decepción se hace dueña de muchas personas. Ante este paisaje en blanco y negro (predomina más el color negro) se puede optar por la evasión de la realidad. No puedo negar que yo a veces lo hago. ¿Y cómo me fugo de esta tempestad interminable? En ocasiones me lo ponen fácil, simplemente me monto en la máquina del tiempo que tengo en el trastero y viajo unos pocos años hacia el futuro.

De este sencillo modo, se me permite observar las barbaridades y barrabasadas que se cometen contra las personas que somos discriminadas por nuestro funcionamiento o por llevar una etiqueta que ponga “discapacitado”, por nuestra edad, por nuestros sexo o por pertenecer a una supuesta minoría que no se adecua a los patrones de “normalidad” que nos son impuestos y que oprimen, vaya que si oprimen.

Porque hay actos, como el apelotonamiento de personas en un mismo lugar por sus características, los intentos de eliminar la diversidad y heterogeneidad que son consustanciales al ser humano (léase eugenesia, esterilizaciones masivas, eutanasia), que yo creo que son inaceptables. Sin embargo, noto que con una apariencia de normalidad pasmosa, se justifican con éxito hechos injustificables: la xenofobia, el machismo, la supremacía de determinadas creencias, la vida dependiente (personificada en la existencia de las residencias), los centros de educación especial, el genocidio, y no es cuestión de aburrirles con una retahíla de injusticias que se aceptan con demasiada alegría.

Lo malo de estas travesías es que el futuro tampoco pinta de color de rosa, sino todo lo contrario. Lo peor de las vacaciones es que siempre se acaban y uno se ve obligado a retornar al gris y real presente. En el momento de deshacer las maletas, con frecuencia me pregunto: ¿Acaso mantener la desigualdad existente nos apetece? ¿Puede caber la posibilidad de que buscar la igualdad de oportunidades no sea más que una farsa, una quimera que sólo nos planteamos en serio unas pocas personas?

Porque espero que todos coincidamos en que estos asuntos tratan de la necesidad de alcanzar una igualdad que ahora mismo no existe y que algunos deseamos, espero que más de los que pienso, y espero que más que de boquilla. Si no estamos de acuerdo en este punto de partida, entonces tengo un grave problema, que no sé cómo solucionar.

Siendo deprimentes las líneas precedentes, me hundiría más tratar de encontrar respuestas a las cuestiones que me planteo. Sobre todo porque sospecho cuáles serían dichas contestaciones, así que mejor dejarlo para otro día. Sin embargo, a estas divertidas materias se suma el tema de si a la mayoría de los mortales nos preocupa que la diferencia sea contagiosa. La posibilidad de una visión nociva de la diversidad humana se me antoja extremadamente peligrosa y devastadora, pero en fin.

El caso es que en esta jornada tan alegre, he de concluir con que a todo lo anterior existe una solución. Es cierto que ese arreglo no pasa por repartir duros a precio de pesetas, ni por esperar nada de los reyes magos, ni por llevar a cabo el timo de la estampita u otros que se me vienen a mi febril cabeza. Pero una vez más hay que subrayar que no se trata de carencias de capital, sino de falta de voluntad política y de una pasividad social indescriptible.

Autor: César Giménez Sánchez

César Giménez Sánchez