Como estamos en las fechas que estamos y no tengo nada que hacer, contaré una historia para intentar entretener al personal:
Érase que se era una persona que fue a comprarse una casa. Su futuro domicilio tenía orientación sur, era todo exterior, tenía una luminosidad extraordinaria, tres dormitorios, y todo lo que necesitaba. Lo único que ocurría, el único defectillo que le encontró fue que al constructor se le había olvidado poner una puerta de entrada a la casa, y eso dificultaba mucho que entrara en ella. Además, se le había olvidado también poner una puerta de entrada al cuarto de baño, lo que le imposibilitaba acceder al mismo: así que no se podía lavar los dientes, tampoco podía ducharse, y no era capaz de ir al servicio cuando tenía que evacuar sus intestinos. Pero por lo demás el piso estaba bien de precio y sus calidades eran inmejorables.
La solución la tuvo que poner y pagar el comprador: comprar puertas y todo eso. Todo eso comprende que en el cuarto de baño había bañera en lugar de plato de ducha con asiento, y eso hubo que cambiarlo. Por supuesto, los azulejos de las paredes estaban diseñados para un cuarto de baño con bañera, por lo que también hubo que cambiarlos. Lo mismo sucedía con las baldosas. Además, el lavabo tenía embellecedores de mármol y una pata y armarios que hacían imposible para una persona que se dedicaba, por capricho, a circular en silla de ruedas acercarse a una distancia adecuada para hacer uso del mismo. Esto también hubo que adecuarlo. Lo de que el espejo estuviera colgado a una altura tal que alguien en silla de ruedas no podía verse era pecata minuta, pero también hizo falta cambiar la situación de ese espejo.
En fin, que siendo las calidades del piso muy buenas, el comprador lo compró (si no, no hubiese sido comprador). THE END.
Hace varios años, me encontré con una situación parecida. No se trataba de una casa sino de la biblioteca de la facultad de filosofía y letras de mi universidad. Por supuesto que tenía puertas, pero para una persona que va en silla de ruedas era como si no las tuviera porque la entrada a la biblioteca tenía un agujero para protegerla del agua de lluvia y eso impedía que los que vamos por capricho en silla de ruedas entráramos a ese edificio. Recuerdo que hubo que hablar con el director de la biblioteca para que hicieran la pasarela pertinente para que esa nueva instalación tuviera “puertas”.
Lo del cuarto de baño me ha sucedido este mismo año pero no ha salido en las noticias porque no es noticiable, tampoco es noticiable que haya más de cinco mil pisos sin ascensor en mi ciudad (Málaga) cuyos habitantes podrán entrar en su domicilio o no según vayan o no en silla de ruedas. Pero por volver a hablar de una biblioteca, esta vez municipal, mencionaré la biblioteca más cercana al lugar donde vivo: se trata de la biblioteca María Zambrano, que tiene un escalón a la entrada y unos escalones de aúpa para llegar a la sala de lectura. Tras poner la correspondiente queja, recibí una contestación del área de cultura de mi ayuntamiento cuya firma no era legible, pero en la que se me decía que, tras la valoración de los técnicos se había llegado a la conclusión de que era imposible arreglar el entuerto. Eso sí, lo sentían mucho y me pedían disculpas por lo sucedido. Conclusión: si no ven a uno del gremio leyendo un libro en su biblioteca, la culpa la tiene el carpintero, que se olvidó de ponerle puertas al edificio.
Pero en fin, que pasen una buena cena y una velada en compañía de sus seres más queridos. Que sean buenos, y revisen sus puertas.