Hace unos días Carmen Soria presentó en la tienda que la francesa FNAC tiene en el centro comercial Parque Sur de Leganés en Madrid su libro titulado “Manifiesto Saltamontes”, publicado por la editorial Patrañas. Con brío y vehemencia, pero sin aspavientos, habla de sus vivencias diarias y personales en un CAMF (Centro de Atención a Minusválidos Físicos), residencia en román paladino.
La cantidad de casos denunciados a lo largo de estos días, semanas y meses en medios de comunicación de todo pelaje, muestra que en las residencias de todo el mundo suceden delitos y crímenes pendientes de abordar. Ya sean de ancianos o de personas con diversidad funcional, de mujeres, de niños y niñas, la situación indica que la maldad de éstas les es innata. No nos encontramos ante casos excepcionales ni aislados, sino ante una pandemia que nos afecta a todos.
Siéndoles congénita esta malicia a las instituciones segregadoras, necesariamente se ha de llegar a la conclusión de que no se trata de una crisis, sino de que el propio sistema está fallando. Hace aguas y no existe voluntad para achicarla. Se observa, de este modo, el preocupante fomento y premios a la existencia de centros residenciales, centros especiales de empleo, de educación excluyente, y otros.
Los actos violentos ni son de un único tipo ni resultan diferentes a la edad, atienden a diversidades funcionales distintas, ocurren en lugares de la geografía global heterogéneos, no distinguen hombres, mujeres o niños. En todo caso, se señalan por los ataques al sexo o edad más débil en cualquier cuestión. Se trata, una vez más, de un sistema basado en quién ostenta el poder, si la persona discriminada por su diversidad funcional u otros individuos son dueños de su propia vida.
En todo caso es general el ensañamiento con el individuo más débil. No es el objeto de estas líneas detenerse en seguir señalando los varios tipos de violencia tanto física como psíquica que sufren las personas institucionalizadas. El libro presentado por Carmen Soria en Leganés trata, más bien, de poner en el lugar adecuado la baja autoestima que padecen las personas que sobreviven en estas residencias. Se hace patente que no tiene tanto que ver la voluntad del individuo como, de nuevo, del sistema, que ampara, propicia, y protege al poder.
Aparte de los crímenes de todo tipo, la intimidación y el terror, se pone de manifiesto una confusión generalizada y un desconocimiento brutal del ‘yo mismo’, de la naturaleza del problema y del entorno que rodea al individuo.
Autor: César Giménez Sánchez.