Se desata una bacanal contra los derechos de todos pero nadie lo remedia

Se desata una bacanal contra los derechos de todos pero nadie lo remedia

Da fatiga intentar hablar de la crisis ahora que nos dicen que gracias a nuestro esfuerzo y sacrificio estamos saliendo de ella poco a poco. Además de que eso se lo puede creer su tía, se han dado tantas recetas mágicas para salir de ella que parece que una más sirve solo para emborronar un trozo de papel y de paso incordiarles mientras se toman (si pueden) el café con la tostada preceptiva.

La pregunta que yo me formulo es si no estamos repitiendo los mismos patrones económicos calamitosos que nos han traído hasta aquí. Porque parece que estuviéramos simplemente dilatando o amortiguando un poco lo que viene siendo y será una caída tremebunda. Supongo que no estaré cayendo en el error de pretender estar descubriendo la pólvora si digo que nos encontramos en las postrimerías de la sociedad industrial y estamos entrando en la sociedad de la información. Esto no quiere decir que la industria vaya a desaparecer, ni mucho menos, como tampoco desapareció la agricultura cuando pasamos de la sociedad rural a la sociedad industrial. Pero definitivamente hay que interiorizar que estamos en una era nueva en la que predominarán las tecnologías de la información y de la comunicación. Para salir de esta crisis (económica, política y social) hay que potenciar dichas tecnologías.

Sin embargo, ahondamos en viejas políticas que tratan de resistir mediante el ladrillo, los viejos horarios infernales e incompatibles con la vida familiar, el uso de las energías sucias (la marea negra del sector de la minería asturiana fue penosa), la egoísta austeridad, reformas tibias para intentar competir contra países que nos están ganando por goleada y no sé cuantas historias más. Además, esas reformas, lejos de favorecer “nuestros intereses”, lejos de facilitarnos la inclusión, van también contra ella.

Quedándonos en Andalucía sin ir muy lejos y para no cansarnos demasiado, ayer me quedé atónito cuando vi una promoción financiada por el ministerio de educación que hacía un canto a las excelencias de hacer cine en España y en Andalucía. Indudablemente uno de los motores que debe mover nuestra economía es el arte. La creatividad, unida a las condiciones climáticas de luminosidad y afectivas españolas no se pueden importar de los llamados países emergentes, pero los incentivos que se dan por películas españolas le quitan a muchas personas las ganas de embarcarse en una aventura contra viento y marea.

Un poco nauseabunda me resulta también la falsa autoridad moral con la que se siente mejor la generación catastrófica que actúa un poco como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer a los demás. Aparte de la educación que le ha tocado y que considera superior a la actual, sus miembros tienden a menospreciar cualquier intento de otros por salir del agujero que ellos han contribuido a excavar. Por cierto, yo también me incluyo dentro de esta generación de la E.G.B.

Pero volviendo a mi tierra (35 por ciento de desempleo y en la provincia de Cádiz esa cifra alcanza el 42 por ciento, con un par) es mi modesto entender que hay que fomentar el arte, como decía antes, las energías limpias, el turismo accesible, el fomento de carreteras y otros modos de transporte sostenible, y cómo no las comunicaciones telemáticas. Lo siento por el resto de España y Europa, y probablemente del mundo entero, pero a pesar de todos nuestros complejos y defectos admitamos que no solo vivimos en un territorio rico sino que también es privilegiado. Las condiciones de estabilidad climática y política no se dan en otros lugares privilegiados del planeta.

Será mejor repasar ligeramente punto por punto en lo que puede mejorar la región. En primer lugar habría que mencionar que tenemos más horas de sol que en cualquier otro lugar de la Europa continental y que todo esto se está desaprovechando por obra y gracia de los de arriba (autoridades y megaempresas). Eso no es nada nuevo y se debe, en gran parte, a la mediocridad e ineptitud de nuestra propia clase política, al egoísmo y avaricia de muchas compañías y también a la pereza del pueblo.

He hablado de turismo accesible, pero en realidad debería haber dicho “turismo accesible, y todo accesible”. Mencioné sólo el tema del turismo por abreviar y por esa extraña obsesión que tenemos de complacer al de fuera y de pisotear a los de dentro. El diseño para todos y la accesibilidad a todos los edificios, medios de transporte, escuelas, comercios y, en fin, todo es una condición previa para poder ejercer nuestros derechos humanos contemplados en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, Declaración Universal de los Derechos Humanos, y Constitución Española. El fomento de medios de transporte y de carreteras también debe ser accesible para todos y útil para vertebrar la segunda región geográfica más extensa de la península ibérica.

Y cómo no, decir que hay que potenciar las comunicaciones suena un poco demagógico, si esas comunicaciones además deben ajustarse a los criterios de accesibilidad universal contemplados en multitud de leyes y que en lugar de un Eurovegas, lo que aquí queremos es implantar un Eurosilliconvalley se pensará que estoy en otro país, pero cuando ves la orgía de leyes de accesibilidad incumplidas al socaire de alguna razón incomprensible, por pedir que no quede. Si además observa uno que tenemos las condiciones y que en otros lugares se están realizando auténticos paraísos para la informática, la medicina, la televisión accesible, la asistencia personal y demás, uno no puede por más que analizar el panorama y afirmar con rotundidad que España no valora en absoluto el esfuerzo y sacrificio que tanto le pide a sus ciudadanos.

Finalizar diciendo que se deberían tomar medidas a favor de la conciliación familiar y laboral, a favor de la infancia, medidas de acción positiva encaminadas a favorecer a las personas de colectivos discriminados sería la leche de paranoico, porque, visto lo visto, eso no veré yo esa transformación en esta vida aunque durara trescientos años.