La superioridad en el ámbito fisiológico

La noticia apareció por primera vez a principios de mes en Italia, en concreto en el periódico La Repubblica. Resulta que una empresa italiana, de nombre “Oerlikon Graziano”, tomó la decisión de que sus empleados fueran al aseo en grupo, a horas establecidas, y durante un tiempo determinado (no superior a 9 minutos). Los trabajadores y los sindicatos que les representan no podían dar crédito. Espero que a todo ciudadano con dos o tres dedos de frente le ocurriera lo mismo o algo similar, que se llevara las manos a la cabeza por lo menos. Eso es lo que me pasó a mí, pero en mi caso tampoco hay que tener demasiada puntería para hacer esta acción.

Solicitar permiso de tus superiores para realizar tareas tan poco pronosticables como las fisiológicas resulta absurdo. Todos debemos ser conscientes de que el cuerpo manda en determinadas ocasiones por mucho que se empeñe el jefe de turno en querer erigirse en dueño de necesidades más íntimas. Cuando la barriga dice “aquí estoy yo”, el trabajador no puede negarse a sus dictados, ni esperar a ir en grupo, ni durante un tiempo predeterminado.

La citada empresa ha justificado su decisión aduciendo motivos de seguridad y de salud. Entre otras razones ha mencionado el riesgo que conlleva para el empleado la desconcentración que trae consigo realizar dicha acción. A pesar de lo burda que es, la justificación se me antoja lo de menos. Una cuestión aparentemente tan inocua se ha convertido casi en asunto de estado para nuestro país vecino. Más importante que la argumentación empleada por Oerlikon Graziano, no me cabe duda de que es lo denigrante del hecho en sí.

Por lo tanto, es comprensible la rabia que esta decisión ha despertado entre los trabajadores de dicha compañía que, inmediatamente, han puesto el grito en el cielo. Estimo que no podía ser de otra forma. Teorías de toda clase sobre esta incompresible medida han aflorado, cobrando más fuerza la de que se trata de intentar librarse de una parte importante de la plantilla para así reducir costos una vez que se cierren algunas fábricas de esta compañía dedicada a la fabricación de componentes de motores de vehículos.

La noticia de esta estrambótica norma se ha extendido como un reguero de pólvora, llegando a países como Panamá o Argentina entre otros muchos. El escándalo, pues, se ha generalizado dentro de la prensa escrita y audiovisual (en España ha aparecido en medios tales como la cadena de televisión Cuatro, Antena 3, emisoras de radio como Onda Cero o prensa escrita de tirada nacional y provincial). Se trata, como vengo indicando, de una reivindicación laboral. Y menos mal que es solamente una minucia, porque si no ya veía yo a los tanques tomando nuestras tranquilas calles y avenidas, por no hablar de que, por supuesto, la Puerta del Sol y otras plazas significativas a lo largo y ancho de nuestro país y del país transalpino se ocuparían de inmediato de forma pacífica, faltaría más.

Cierto es que contrasta el número de personas afectadas por este mandato, 18.000 trabajadores tiene en total la empresa en sus diversas instalaciones, según su propia página web, con el número de personas afectadas por una decisión semejante que afecta a más de 149.000 personas en España que sobreviven como pueden en centros residenciales, según datos del IMSERSO referentes a las personas acogidas a la Ley de Dependencia. Es bastante triste darse cuenta de la diferente importancia que se le da a un hecho parecido si se dirige hacia unas personas consideradas normales o hacia unas personas discriminadas por su edad o por su funcionamiento.

También es cierto que siempre ha habido clases, mentalidades y reacciones diferentes a muy parecidos hechos. Lo sorprendente, en esta ocasión, ha sido la generosidad de los medios de comunicación ahora mientras que la invisibilidad sigue imperando cuando las puertas de un centro residencial se cierran. No obstante, hay que felicitar a los medios en esta ocasión por reflejar semejante abuso. La falta de transparencia de lo que sucede en otras instituciones se debe, probablemente, a la falta de lluvia.