Una vez más todos #estamosconvosotros

Por ahora los esfuerzos de la familia afectada han resultado vanos. La niña con autismo sigue sin poder ir al colegio porque las autoridades educativas le niegan los apoyos necesarios para ejercer su derecho a la educación en igualdad de condiciones con el resto de los alumnos. Todo “el incidente” empezó por una gracia organizada por padres de otros niños (también dejados de la mano de dios por la acción de sus progenitores) justo antes de Semana Santa, cuando marzo era por marzo. Pero el nuevo curso ha llegado y en vez de haberse solucionado satisfactoriamente la situación, ésta ha empeorado.

En realidad cabe decir que la situación educativa en nuestra comunidad autónoma es peor de lo que era el año pasado y todo augura a que será peor todavía el curso que viene si nadie lo remedia. Pero el caso de La Cala del Moral es extraordinariamente sangrante. Resulta especialmente indignante porque a la víctima se le ha hecho pasar por verdugo, por el nulo apoyo institucional recibido, tanto por ella, como por su familia, como por el resto del alumnado afectado.

Asombra y más que asombra, la connivencia de la Delegación Provincial de Educación y demás autoridades competentes (incompetentes en este caso). Se consigue sacar fuera de sus casillas a la persona más paciente y tranquila del mundo. El paciente Job no tiene nada que hacer en este partido. Pareciera que Goliat le está echando un desigual pulso al débil David. Por el momento va ganando el cavernícola filisteo por goleada, pero a veces sucede que David saca del bolsillo una honda y se carga al malo de la película y come perdices y puede ir al colegio que necesita de una manera normal.

Aunque claro, lo normal aquí no es normal. Si se dijera surrealista uno se quedaría corto porque a pesar de no ser normal es habitual que ocurran casos como el de La Cala del Moral. Casi es mejor abstenerse de calificar unos hechos esperpénticos, dañinos para todos y nocivos. No se puede nombrar lo enconado que está la situación en el CEIP Gregorio Marañón. No existen adjetivos, sustantivos ni adverbios para hablar de los medios materiales y humanos que se le niegan a la niña.

Términos como ajustes razonables, apoyos necesarios, imperio de la ley, derecho internacional, estado de derecho, y un largo etcétera no tienen cabida aquí, porque parece que vivimos en la ciudad sin ley, en un lugar de cuyo nombre nadie quiere acordarse ni nadie se acordará. Mejor dicho, habitamos en un sitio en el que la ley sí existe pero sólo para que algunos se puedan reír a gusto de ella, para que quede en papel mojado, para mofarse de lo que acaso un día construimos.

Sería posible mencionar artículo tras artículo de diferentes normas internacionales y nacionales que se han vulnerado en esta ocasión, pero lo cierto es que resultaría pesado para ustedes, para mí, e inútil para quien no atiende a razones ni es un ser racional. Entran ganas de cometer alguna locura, cosa que se extendería a las paredes de mi domicilio y a que uno mismo se diera cabezazos contra ellas.

A eso lleva la desidia y prepotencia típica de unas pocas personas, pequeños tiranos a los que se les asigna un pequeño cargo, reino de taifa o despacho y se creen Leonardo Di Caprio cuando se autoproclama: “King of the world”.