Vida independiente frente a vida autónoma

Creo que hace tiempo se empezó a construir la casa de la vida independiente por el tejado y se nos está derrumbando porque no tiene unos cimientos sólidos. No es que yo sea buen albañil, pero intentaré aclarar alguna cosa para facilitar la comprensión de algún concepto. Comenzaré diciendo que esas dos ideas a veces se usan indistintamente, a veces se superponen porque en parte se solapan, y muchas veces confunden al personal produciendo un desconcierto y un desconocimiento que no se merece y a nadie lleva a buen puerto.

Por lo tanto, opino que se hace necesario diferenciar en lo posible una “vida autónoma” y una “vida independiente”. No son conceptos opuestos pero tampoco son exactamente iguales, especialmente cuando entran en juego los apoyos externos que determinados grupos de personas necesitan o necesitamos para llevar una vida independiente como el resto de la población.

Como me resulta más sencillo intentaré aclarar la idea de lo que significa llevar una vida autónoma. Este estilo de vida implica precisamente emprender un proceso para evitar la necesidad de apoyos externos. La autonomía personal persigue que el individuo realice todas, o el máximo posible de sus actividades diarias por sí mismo. Es bastante sencillo concluir que dicho estilo se imbrica estrechamente con la medicina y otro tipo de terapias como pueden ser la fisioterapia o la logopedia. Del mismo modo, se puede llegar a la conclusión de que este tipo de vida se limita mucho a cierto número de personas con características determinadas, en un rango de edad muy restringido, viviendo en un entorno apropiado a sus necesidades y relacionándose sólo en un medio muy específico.

Si hubiera que enmarcarlo en algún cuadro habría que situarlo como representante de la competitividad, muchas veces contra uno mismo y que si se consigue evita esas ayudas de las que hablaba anteriormente. No obstante, la lucha no siempre se circunscribe al ámbito de lo interior sino que se extiende a lo ajeno dando lugar a una especie de torneo olímpico en el que hay necesariamente vencedores que celebran su éxito y vencidos que lloran su fracaso.

Para evitar cualquier conflicto entre vencedores y vencidos, entre competitividad y espíritu colaborativo, habría que alcanzar un equilibrio en el que todos los participantes del juego salieran ganando y no hubiera perdedores. Pero no introducimos aquí la llamada teoría de juegos, los juegos de suma cero, la oxitocina, ni la testosterona pese a su relación con la autonomía personal y la independencia personal. Antes que conquistar la armonía entre cooperación y colaboración, sin duda difícil de alcanzar, hay que tener en cuenta que el intento por conseguir la vida autónoma supone actuar solo y lograr el éxito individual.

Además de lo ya dicho, en muchos casos comenzar nuestro tránsito por este camino resulta pernicioso porque no recuerda los límites funcionales del ser humano. Por sí mismo y aunque fuera dejando oponentes en la cuneta, un individuo aislado no puede conseguir todo, entre otros motivos porque el hombre es principalmente social. El entorno, las otras personas y las propias características personales de cada uno hacen que, por mucho entrenamiento, por mucho esfuerzo, por mucha educación, por muchas victorias individuales, necesitemos al llegar a nuestro tope echar mano de apoyos externos a nosotros. La vida autónoma no contempla la frustración, baja autoestima y sensación de fracaso que puede ocasionar. Contribuye a paliar estos sentimientos la ayuda de otros.

Esta ayuda externa consistente en la eliminación de barreras, el apoyo de nuestra red familiar y de nuestros amigos, la educación inclusiva, la asistencia personal bien regulada y demás, contribuye a alcanzar una vida independiente con los apoyos necesarios ampliando así las posibilidades de inclusión y participación social de todos los agentes inmersos en este proceso. No podría finalizar mencionando especialmente a las personas discriminadas por nuestra diversidad funcional, a quienes este tipo de vida nos sirve para ampliar nuestro horizonte. La necesidad de recurrir a apoyos externos como la asistencia personal por ejemplo no es exclusiva nuestra, sino de toda la familia humana