Discriminacion en Procesos Electorales

Urna electoral

Anoche soñé que me afeitaban la mitad izquierda de la cabeza. No sería la primera ocasión que esto ocurre (lo sueño por primera vez, pero ya me lo han hecho antes). De cualquier modo, pienso que se trata de un sueño absurdo, tan grande como la pretensión de participar en todo un proceso electoral para alguien con necesidad de apoyo permanente, cuando para muchas Personas con Diversidad Funcional resulta imposible siquiera emitir el voto de forma secreta en la urna correspondiente: personas en busca de una líquida, por escurridiza, quimera.

Pero en este caso se habla de tomar parte en todo el recorrido, incluyendo salir al balcón de cualquier sede electoral a recibir vítores o tomatazos, según corresponda. El proceso, que culminaría en un balcón, comienza antes de la simbólica pegada de carteles. Previamente, y a grandes rasgos, habrá que colaborar en la redacción del programa electoral de ese partido, no estará de más intervenir en algún debate, para no mencionar la asistencia a mítines, entrevistas y demás parafernalia (donde no se desdeña alternar con tus compinches, más que nada para conocerse y congeniar). Luego, supongo, viene la peripecia del voto en el colegio electoral correcto, para después ascender al balcón y celebrar el triunfo o descender a nuestra habitual madriguera para lamernos las heridas.

Algún elixir tiene que existir para que estos individuos, inmersos en una sociedad discapacitante, hayan podido participar en una campaña electoral y depositar el pertinente voto, con el posterior jolgorio exultante o llanto disimulado. Yo he visto a varios políticos con Diversidad Funcional, con apoyos de mayor o menor alcance, ejerciendo su labor (es obvio que desconozco los entresijos de su participación en el proceso antes esbozado, pero eso no viene a cuento, creo).

Partiendo de la base de que aproximadamente el 90 % de ciegos no puede ejercer el derecho al voto secreto, de los innumerables colegios electorales inaccesibles a quienes deambulamos en silla de ruedas, y de la cantidad ingente de personas a las que no levantan de la cama en domingo para votar, sospecho que quienes necesitan apoyos generalizados y aspiran a embarcarse en la empresa de prestar su servicio a la ciudadanía optan por hacer uso de métodos alegales para encarar una larga e intensa campaña (y precampaña) electoral.

Es más, me atrevo a afirmarlo porque la legislación en vigor (Ley 39/2006 que desoye la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad) cubre aproximadamente 3 horas al día de asistencia a quienes precisamos de apoyos básicos para llevar una vida independiente (no es ocasión de hablar de vida digna) desde el amanecer hasta la hora de acostarse o aún más, pues el sueño también forma parte del vivir.

Son encomiables y admirables las Personas con Diversidad Funcional que se enfrentan a unos comicios, sólo posible si se pueden permitir una asistencia personal suficiente. Que sus respectivos partidos políticos se hagan cargo de esta carga adicional es cuestionable porque la ley de partidos no les obliga a cubrir esta prestación. Sin duda va contra los derechos humanos de las Personas con Diversidad Funcional la insuficiente Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, por ofrecer una limitadísima prestación económica para asistencia personal, aminorando con ella nuestra inclusión social y participación en la vida pública.

Suerte a quienes se vienen presentando y presentan a las elecciones pese a estas importantes trabas y hagan lo imposible por implantar un verdadero modelo de vida independiente.

César Giménez Sánchez

Autor: César Giménez Sánchez.