Funciones de la escuela

Es indudable que la escuela tiene tres funciones fundamentales. Como me recordaba un amigo, estas son: instrucción, educación y socialización. Yo defiendo que la socialización es la función más importante, por el contrario él razona que la socialización no puede ser la más importante puesto que solamente nos dedicamos a reproducir lo socialmente aceptado. Sin embargo, en mi opinión, la escuela se debe convertir en un espacio de transformación social antes que de reproducción social.

Por supuesto que también debería mejorar en sus aspectos de instrucción y educación, pero la socialización suele ocupar un lugar preponderante frente a los otros. Y es que, empezando por la instrucción, el fracaso de nuestro sistema educativo es estrepitoso, es decir, el conocimiento transmitido por la instrucción es tan cambiante que resulta poco gratificante y caduco el inocularlo en unos pupilos pasivos. Tras mis doce años de educación (obligatoria y bachillerato) en todos los cuales me instruyeron sobre matemáticas aprendí las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar y dividir) y poco más. Sin ir muy lejos, el otro día se me presentó el problema de multiplicar 12 por 13, yo recurrí ante la imposibilidad de resolver la operación a la calculadora. Pasadas las horas, ya en la cena, pregunté a mis progenitores si sabían el resultado de dicha multiplicación. Mi madre fue incapaz de resolverla. Mi padre sí fue capaz, al cuarto intento.

Abundando en este mismo sentido no hay más que ver un concurso de televisión española llamado “Saber y Ganar” al que soy aficionado. Este programa incluye una prueba llamada la calculadora humana en la que el concursante se enfrenta a una serie de operaciones básicas matemáticas y el número de acertantes iguala a la cantidad de quienes son incapaces de superar esta aparentemente simple prueba.

Si me proponen hacer la raíz cuadrada de cualquier cifra me declaro en rebeldía. En el caso de que se hable de logaritmos en mi presencia, el sánscrito se convierte en una lengua sumamente sencilla. Es decir que ni hablar del peluquín. Esas tareas se olvidan pronto. Pero ya que estamos hablando de lengua es menester recordar que aproximadamente el 30 por ciento de la población no es capaz de entender el texto que se le presenta delante de sus ojos, por ello, cada día abundan más las informaciones transmitidas por televisión o por radio. Los textos “traducidos” al lenguaje simple cada vez tienen mayor presencia. ¿Y cómo llamarían a una señal de tráfico de prohibido el paso sino un simple pictograma?

Respecto a la educación en valores a la que se refería mi amigo, lamentablemente nuestro sistema educativo no se acerca a fortalecerlos. Es más, se aleja de ello. La labor transformadora de la sociedad, también se debe forjar aquí. No obstante lo dicho, la función educativa de los centros es de suma importancia, lo cual no impide decir que debe ser un trabajo íntimamente conectado con el social. Últimamente hay quien habla de “casta” para referirse a la clase política, me atrevo a afirmar que existe otra casta de profesores que les deben transmitir secretos de estado a sus alumnos en el aula. Sólo así se explicaría que en nuestro país solamente el 2 por ciento del tiempo lo comparta más de un docente en el aula, mientras en los países de nuestro entorno la cifra asciende hasta el 68 por ciento. Pero la educación va más en la dirección de que en el aula se deben inculcar ciertos valores que deben ser reforzados en el hogar del alumnado. Lo malo sucede cuando chocan los criterios de la escuela con los de la familia. Y en este punto hay que recordar que la familia de nuestro tiempo presenta una variedad de tonalidades de la que no ha gozado nunca.

Volviendo a lo anterior, la coherencia entre lo predicado por el profesorado y por la familia debería ser muy intensa, y el papel educativo del colegio frente al del hogar no difuminarse ni encapsularse nunca. Por el contrario, la una complementa al otro, en teoría. La práctica difiere mucho de lo deseado. El niño suele escuchar lo que dice el adulto presente, con menor frecuencia hace lo que el adulto le dice, con toda la frecuencia hace lo mismo que observa que hace el adulto. En resumen, esta frase hecha viene a decir aquello de que hay que predicar con el ejemplo. Efectivamente se da esa reproducción con los beneficios y defectos que ello puede acarrear.

Otra frase bastante repetida pero no por ello menos cierta es la que dice que la escuela no es el espacio ni el periodo en el cual se enseña y aprende a vivir, antes bien, la escuela es un capítulo como cualquier otro en la vida de las personas. Aunque sólo sea por ese motivo, la segregación en ese lugar no es deseable. En este caso, el lugar cobra una importancia tremenda. Más aún, cualquier situación de exclusión en la escuela resulta contraria al sistema de derechos humanos que nos hemos comprometido a cumplir.

En definitiva, si se consigue que el colegio se convierta, mediante la educación y la socialización, en un espacio de transformación social, en uno de autocrítica, crítica y continuo cuestionamiento se habrá logrado cierto éxito.