Mi abuelo, me contaba que en la II República estaba prohibido dar propina o limosna porque era humillante para el que la recibía y envilecía al que la daba
, el pensamiento que sustentaba esta prohibición era el siguiente: La dignidad de un estado estaba en garantizar los derechos fundamentales de sus ciudadanos con las medidas necesarias para ello
.
La guerra civil y lo que vino después hizo que la caridad se convirtiera en lo cotidiano, confundiendo esta con la solidaridad. Cuando tienen significados distintos, mientras que la solidaridad se da entre iguales y forma parte de la justicia social; la caridad se ejerce desde situaciones privilegiadas sobre personas que carecen de ellos manteniendo la injusticia social, porque se hace hoy que puedo o tengo voluntad de hacerlo y mañana vamos a seguir en la misma situación los dos, no cambia nada.
Es indignante ver como familias se ven obligadas a la recogida de tapones, aceite, venta de camisetas o yendo a platós de televisión. Estos han sustituido las puertas de las iglesias para conseguir dinero y poder pagar necesidades que tendrían que ser cubiertas y garantizadas por la recaudación de nuestros impuestos. Lo peor es que estas situaciones “educan” a los niños que soportan la infamia y al que la ve.
A los primeros los educa en el sentimiento de culpa, les hace cree que son portadores de tristeza, angustia y dolor para sus familias por sus características individuales, mismo pensamiento que se apodera del niño que observa; para uno y otro se les crea la imagen de mejor morir o no haber nacido, cuando no hay un pensamiento más falso que ese. La persona con un funcionamiento diferente a la norma establecida y su familia, no sólo no sufren por su diferencia, sino que son fuente de aprendizaje y creatividad para sus familias y para una sociedad que fuera respetuosa con la diversidad humana y para un estado que antepusiera por encima de cualquier otro pensamiento la dignidad del individuo. El sufrimiento y la angustia con el presente y el futuro viene por el “no” reconocimiento de sus derechos fundamentales como a cualquier otro ciudadano.
Alhaurin de la torre (Málaga), 25 de diciembre de 2013
Acerca del Autor Estela Martín
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