Quería tratar en este articulillo la cantidad de gente a la que incumbe “lo nuestro”. Existe un Comité que dice que en España somos tres millones y medio de personas con discapacidad. El número va creciendo. La verdad es que no estoy seguro de si se refiere a las personas directamente implicadas o a sus familiares (lo cierto es que a ellos se les tiene en cuenta pero no los incluyen en esta cifra). Bueno, primero hay que especificar lo que quiero decir por “lo nuestro”. La mal llamada “discapacidad” supuestamente es una situación en la que choca una persona con deficiencias más o menos severas contra los obstáculos físicos o de cualquier tipo que le impone su entorno. El motivo por el que esta situación no debería denominarse “discapacidad” ya lo explicaré otro día. Pero dando por bueno que somos tres millones y medio las personas directamente discriminadas por esta situación, hay que extender ese número a una cantidad de personas mucho mayor que convierte “lo nuestro” en “lo común”.
Por ir añadiendo personas a esta cantidad de gente afectada por esa situación, me aventuraré a decir que la familia tradicional se compone de una media de dos padres y dos hijos. Si uno o una de estas personas se ve directamente envuelta en esa situación, el resto de la familia también notará de un modo u otro la afección en la que se encuentra ese miembro de su entorno más cercano. Por tanto, a esos tres millones y medio habría que sumarles diez millones y medio de personas de su familia tradicional.
A la cuenta de la vieja me sale que un individuo, por antipático que sea suele tener como mínimo dos o tres amigos cercanos. Digamos que al entrar una persona en esa determinada situación, al antipático individuo lo abandonan todos sus amigos excepto uno, con lo que habría que sumar otras tres millones quinientas mil personas a este ámbito donde se sitúan las personas en situación de desventaja.
Sobra nombrar casos de negación, armarios cerrados, exclusión, abandono, etcétera que sin duda restan, pero quiero pensar que el resultado de la sustracción apenas variará con estas circunstancias.
Hago aquí una pausa antes de que rompa a sudar. La suma me da más de diecisiete millones de personas en nuestro país que reciben un trato diferenciado (por no decir discriminatorio) por hallarse en una determinada situación y sólo he indicado los familiares directos más cercanos y las amistades también más próximas a las personas en esa situación. Ignoro la cantidad de adultos que habrá en España, pero debe rondar los veinte o veinticinco millones. Parece que la apropiación de “lo nuestro” por parte de unos es errónea, puesto que las cifras se aproximan peligrosamente a “lo común”.
Conforme leo noticias sobre la creciente desigualdad económica y social entre naciones diferentes y dentro de un mismo país, y sobre todo ante lo anteriormente dicho, tengo una extraña y amarga sensación al escuchar hablar de “lo nuestro” o “lo vuestro”, según el lado de la mesa donde el interlocutor de turno se encuentre. De continuar esta aburrida adición incluyendo a la familia extendida, ancianos, enfermos y demás, el resultado sería tan abultado que todo lo concerniente a la situación de choque que tratamos saldría definitivamente de un ámbito concreto yendo a parar a un campo de dimensiones inmensas.
Ese es un buen motivo para abandonar un discurso particular para empezar a interiorizar el habla del bien común. Algunos de quienes demandamos igualdad de oportunidades, guardamos en mente el bien general que a todo humano causa el respeto del derecho y el cumplimiento del deber.