El tema del aborto o eliminación del feto siempre que se aborda resulta espinoso, muy espinoso. En cuanto a mí respecta, tengo bastante claro que se trata de una cuestión de prevalencia de derechos, de conflicto de intereses, donde se enfrentan los derechos a respetar entre un ser humano (la madre) y otro supuesto ser humano no nacido todavía (el hijo). Por lo tanto, hay que enmarcar este asunto dentro de lo que se considera un ser humano y lo que no. Lo demás, se sale del ámbito de los derechos humanos e incluso del aborto mismo.
Es verdad que hasta ahora, que yo sepa, se ha tildado al mundo de los discriminados por nuestro funcionamiento como conservadores o ultraconservadores que nos oponemos totalmente a esa operación en lo que respecta a nuestro colectivo. En mi humilde opinión, no es ese el enfoque que se le ha dado sino que se ha malinterpretado o quizá no se ha sabido explicar bien. Yo no soy de los que se explican bien, pero lo intentaré si bien hay personas en este mundillo muy sensibles a la eugenesia, y la historia corrobora su hipersensibilidad en cierto modo. Hay gente que no olvida ni perdona las barbaridades cometidas contra los que funcionamos de modo diferente en el nombre de diferentes regímenes totalitarios, teocráticos y democráticos.
Para empezar, hay que tener claro que si chocan derechos, estos derechos son solamente aplicables a seres humanos (por eso se llaman derechos humanos), con lo cual si se considera al no nacido como un ser vivo no humano (porque a un ente al que le late el corazón se le puede llamar “ser vivo”), no hay más que hablar ni hay conflicto de ningún tipo. De este modo, hay quien considera al no nacido ser vivo y no ser humano, o ser vivo y ser humano. Y ahí creo que está una clave de la mala interpretación.
Hay personas para las que el feto es un ser humano desde el minuto uno de su concepción porque ya tienen alma y esa característica les hace humanos. Para esas personas, el aborto no tiene justificación bajo ningún concepto.
Antes hablaba de conflicto o enfrentamiento entre derechos. Por un lado está el derecho a la libre elección y por otro el de la vida. Si hubiera que establecer una relación jerárquica entre ellos, el derecho a la vida quedaría por encima, según muchos. Lo que hay que preguntarse es a partir de qué momento un ser empieza a ser considerado humano. Si encontramos una respuesta adecuada a este interrogante, nos percataremos de que no se trata de una cuestión sobre el aborto sino sobre la discriminación. Como decía en el párrafo anterior, para algunos se es humano desde el mismo momento de la concepción. Para otros, no se entra en la categoría de humano hasta el nacimiento. Para otros, hasta la semana vigesimoséptima de gestación en la que la corteza cerebral no termina de formarse, el feto no es humano. Otras personas consideran que el cerebro es elástico y hasta los dos años de edad de un niño se está desarrollando (en concreto se desarrolla el setenta por ciento del cerebro en este periodo).
Vista la situación, uno no puede dejar de preguntarse (y la pregunta seguro que tiene fácil respuesta) los criterios que se siguieron para determinar que el plazo para interrumpir el embarazo voluntariamente era de catorce semanas para los fetos normales y de veintidós para los no normales. Independientemente de que yo no sepa el motivo por el que se establecieron dichos plazos en la legislación española, deduzco que a partir de la decimocuarta semana de gestación, un feto es un ser humano o un bien protegible, pero otros fetos no son seres humanos o tan protegibles hasta la semana vigesimosegunda de gestación.
La cuestión es compleja: para unos se es ser humano desde el minuto uno, para otros se es desde la semana decimocuarta, para otros se es desde la vigesimosegunda y para otros no se es ser humano hasta el nacimiento. Eludo aquí las teorías sobre la formación de la corteza cerebral por intentar simplificar. Pero también se puede decir que “en la semana decimocuarta y en la vigesimosegunda no hay ser humano sino un bien más o menos protegible por sus características”; en este caso de salud; en ocasiones de sexo, condiciones sociales y económicas de la familia, incluso color de pelo. En cualquier caso, esa diferencia de trato no me parece justificable. No conviene que abramos las puertas. Igual mi conclusión es muy simplista, pero aquí hasta los fetos deben ser tratados por igual.