Si el 70% del planeta es agua, en el 30% restante de tierra, me atrevo a decir que porcentaje arriba, porcentaje abajo, un 90% de ese suelo por donde pisar es inaccesible para las personas con diversidad funcional.
Si uniéramos los pedazos de tierra que ocupan esos celestiales lugares de culto obligado para nosotros, obtendríamos de Edén particular, una isla en la que habitaríamos unas sillas sobre otras y donde hacinados cojos, tuertos, y otras realidades intelectuales, disfrutaríamos de nuestro particular paraíso de excluidos.
Si volvemos a separar los trocitos de tierra inclusiva y los colocamos cada uno donde está, entre los normales, obtenemos lo mismo, paraísos de diversos excluidos donde se cuela algún disperso normal, en el 10% de la tierra donde habitar.
Muy a gusto no se puede estar cuando la pregunta obligada es siempre; -¿pero, yo entro?. Porque mayoritariamente la respuesta es no, y parece que no queda otra que bañar nuestro ego en alcohol para ver si sube.
La solución podría ser soltar fuego por la boca y desintegrar a todos los iluminados que siguen ampliando la tierra inaccesible, y comenzar a accesibilizar el planeta. Aunque me podría conformar con comenzar a hacerlo bien.
No estoy hablando de arrasar el amazonas y llenarlo de rampas y pictogramas. Hablo de muchísimos detalles de mierda, que nuestra sociedad inclusivamente concienciada sigue haciendo.
Estos van desde seguir poniendo un escalón cuando se hacen las obras del local del barrio, ante nuestra ingenua mirada, que cada vez que pasa por la obra, piensa; -seguro que ponen un rebaje y una reluciente puerta con sensor-.
Hasta las reiteradas gañanadas políticas de nuestros representantes, que ante el cierre de 25 paradas de la línea 1 de metro de la capital, de esta España de soluciones de chapa con pintura diferente que parecía igual, van a limitarse a retocar los túneles y a ignorar, que de las 25 paradas que van a cerrar, 16 son inaccesibles, y que después de 6 meses de obras van a seguir siéndolo como ha señalado metro de Madrid en twitter; y en su nota de prensa sobre el asunto;
Dejando la ley de nuevo en el trastero y sacándola solo para que la cumplamos los demás #yonopago.
Todo esto pasa ante la mirada de nuestro compañeros de tierra, vecinos y compañeros de censo, que muy indignados, no por la accesibilidad, sino por los atascos y la saturación de otras líneas como señalaba el periódico 20 minutos también comentan la jugada.
Así, más solos que la una, seguimos peregrinando a nuestros trocitos de tierras particularmente paradisiacas y chupando techo después del subidón de la noticia de que pagaremos 20 euros de tarifa por el abono mensual para toda la red de metro y cercanías que como contaron compañeros del 15M.
se reduce a un puñado de paradas de metro y a un aperitivo de estaciones de cercanías a la altura de cuatro aceitunas, una por caña, en un plato blanco de tacita de café.
Es en este punto donde se te inflan sobre manera los ovarios y querrías convertirte en el cojo manteca que describía este articulo la misma semana pasada de todos los noticiones comentados.
Como ya esta todo inventado, ya tenemos sustituto, ha llegado el Langui y ha parado un autobús porque no le dejan entrar con su motillo Aunque unos piensen que ya le vale, que qué culpa tiene la autobusera de turno que sólo hace su trabajo y la gente, que con la prisa ha tenido que esperar en el autobús a que el premiado diverso se marcara su reivindicación, olé él, porque la realidad es que parece que no se conciencia nadie, ni el funcionario que se dedica a leer la pila de reclamaciones que hacemos al día las personas con diversidad funcional.
Imagino el día que todas pongamos ovarios y cojones sobre la fría mesa de la cocina de este país, en el que representamos casi 4 millones de personas con derecho a una tierra accesible, y protestemos por todas las situaciones que nos excluyen.
Por minutos pararíamos unas cuantas líneas de autobuses, y la gente, en vista del panorama de protestas, cogería el metro, donde nos encontraría colapsando las escaleras por las que no podemos subir, viéndose abocados a correr por las aceras para llegar al trabajo, donde ralentizaríamos su paso ocupando con grandes sillas las estrechas aceras, mientras, manadas de personas con diversidad intelectual, obligarían a los cajeros del súper a parar un momento el acelerado sonidito de los productos al pasar, y tendrían que escucharlas hablar con particularidades lentas u obtusas, hasta que aclararan cual es la tecla de los tomates cherry, si la que marca junto al precio, o la del dibujito de la báscula.
Todas las personas con diversidad funcional en las calles, haciendo vida y pidiendo sin excesivos por favores; ahora te esperas y ahora me escuchas, o te chupas que con gestos te diga que no te entiendo.
Cuando se experimenta esta modalidad social del acceso restringido, que arda algo más que Troya, es una necesidad, no un ejemplo de violencia, ni una pataleta de cojo frustrado.
Acerca del Autor Elena Prous
Elena Prous, en el FVID desde 2009, Estudió enfermería y ejerció durante unos años hasta comenzar a dar vueltas en estudios sobre derechos humanos, escritura creativa y en la actualidad, Antropología. Activista de punzón y charletas, es articulista en la revista Infomedula.org desde 2008 y bloggera desde 2012 en tambiendebajodelagua.com.
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