La imagen de la diversidad funcional

Esta semana tocaba ver partidos de la Champions League. En el campo de la publicidad, en un mundo tan centrado en el fútbol hay que decir que para la diversidad funcional ha pasado un tren sin apenas detenerse en nuestra estación. Recuerdo que en los diversos terrenos de juego ha habido carteles de publicidad estática que decían “No to racism”. Y es que en pleno siglo XXI es inadmisible que se escuche desde la grada a personas o grupos de hinchas que abuchean al contrario por ser de una raza diferente a la suya. Muchos hemos oído con cierto asco gritos imitando a un orangután cuando un jugador de raza negra coge el balón. Repugna la actitud y el acto de gritar de la persona que lo hace (o grupo), pero tampoco deben quedar indiferentes los individuos que se sientan alrededor de este racista. Por fortuna esta especie de complicidad sucede cada vez menos.

Desde luego, justo es insistir en que este tipo de actos son cada vez más extraños, lo cual ha requerido una labor de concienciación y sensibilización de gran importancia. El papel desempeñado por los medios de comunicación, incluyendo aquí la publicidad, ha sido enorme, quedando demostrada su valía como agentes didácticos. Procede, pues, aplaudir esta labor llevada a cabo.

En la misma dirección hay que mencionar un spot publicitario repetido en la pantalla estos días acerca de la riqueza de la diversidad humana bajo el lema “Respect”. En treinta breves segundos aparece gran variedad de seres humanos a los que diferencia su sexo, color y raza. Del mismo modo que las vallas publicitarias mencionadas anteriormente, estos instantes incitan a respetar a hombres, mujeres, blancos, negros, orientales, etc. Se demuestra, así, el inmenso poder educativo que tiene una buena campaña de marketing.

Pocos serán los que se hayan dado cuenta de que en este anuncio aparece una persona con diversidad funcional física, en concreto con silla de ruedas. Por supuesto que resultaría muy complejo mostrar personas con diversidades funcionales aparentemente invisibles. El recurso a la persona en silla de ruedas queda validado desde ese punto de vista para hacer visible a la sociedad una realidad que puede ser acogida como un problema, un reto o una riqueza para ella.

Lo que queda claro y patente es que hay que tener una visión de lince para percatarse de que, incluso en esta campaña publicitaria, el diez por ciento de la población mundial está parcialmente representado. Quizá nuestro colectivo, el segundo más numeroso del planeta sólo precedido del de la mujer, merezca ser respetado (pero menos). Lo bueno de esta aparición de la diversidad funcional a nivel global es que aparece. Lo menos bueno es que siempre que aparece, o la mayoría de veces, lo hace de rondón.

Por otro lado sería absurdo y risible pretender que en tan sólo unos segundos se presentara la realidad compleja de un grupo de personas. Esa no es la misión de esta campaña. El objetivo en cuestión era mostrar la diversidad humana, una vez hecha patente hay que acudir a otros ámbitos para presentar una realidad sin distorsiones: cine, documentales, reportajes, artículos, y demás.

Un pequeño ejemplo del cambio social que provocan los medios lo vemos en las efectivas campañas promovidas por la Dirección General de Tráfico desde el Ministerio de Interior. Si hace pocos años era frecuente ver papeles o colillas arrojados desde la ventanilla de un turismo, niños viajando sin los accesorios de seguridad necesarios, conductores superando con creces los límites de velocidad o sin el cinturón de seguridad abrochado; hoy día y gracias en gran medida al poder mediático y educativo (qué duda cabe) estas conductas se han reducido mucho, con los consiguientes beneficios para la población en general y los viajeros en particular.

El poderoso papel mediático ronda todos los campos de nuestra vida. Nadie lo debe desdeñar.