Lo que se viene llamando «Tirar el dinero»

Voy a intentar, no sé con cuánto éxito, no ser muy barroco en este escrito. Como diría alguien “basta ya de tanta tontería”, porque no hay quien se crea a estas alturas que no hay dinero para liberar a las personas de las instituciones en las que permanecen recluidas. El que se atreva a afirmar lo contrario: “no hay dinero” puede llevarse de regalo un zapatazo en la cabeza. Primero voy a explicarme, con la claridad de que sea capaz, que hay dinero, pero se despilfarra y malgasta. Después voy hacer una pirueta en el aire con un tirabuzón incluido y me va a salir un escrito más oscuro que la tizne.

En plan simple, aclaro desde ya que el negocio (porque no se puede denominar de otra forma) de las residencias mueve más de 3000 millones de euros al año Según estadisticas del IMSERSO acerca de la Ley de Dependencia. Esto es un buen pellizco en dinero y casi 190000 personas, y por supuesto que quienes defendemos con la única potencia de nuestra tinta la inclusión social de determinadas personas, vamos a encontrar su profunda oposición a que se imponga un sistema basado en apoyos materiales y humanos, incluyendo la asistencia personal. La diferencia de poder de influencia entre los intereses de quienes defienden un modelo basado en mantenernos en granjas para seres humanos y la de los “sin voz” o como mucho los de la brigada del folio, es más que notable, es tremenda.

Afirmo rotundamente que estos centros casi penitenciarios no deben recibir fondos públicos europeos en teoría desde el año 2013, según se desprende del Reglamento de la Unión Europea 1303/2013 del Parlamento Europeo y del Consejo. Que todas las administraciones españolas utilicen fondos públicos para construir nuevas residencias y/o mantener antiguas, no siendo estrictamente ilegal, no resulta precisamente bonito.Pero ya sabemos que del dicho al hecho hay un gran trecho.

Desde 2003 existe en la normativa española, concretamente en la ley 51/2003 el mandato legal de establecer como acción positiva (lo que se suele conocer como discriminación positiva) un sistema decente de asistencia personal. Aquello fue antes incluso de la nefasta Ley de Dependencia. También es cierto que existen antecedentes tanto en Europa (y no sólo me refiero a los países nórdicos y anglosajones) como en América de sistemas decentes de asistencia personal, llegando incluso en algún país a haber desaparecido los centros a los que me refiero, los de internamiento.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, hay que recordar ahora que el lema de la Ilustración (siglo XVIII) era “todo para el pueblo sin el pueblo”; en contraposición, con la llegada de la democracia occidental, los movimientos sociales en los años 60, y el movimiento social de la vida independiente de comienzos de los años 70, el lema se cambia por “nada para nosotros sin nosotros” lo cual o los cuales como gritos de batalla no están mal, pero es nuestra obligación erradicar todo atisbo de discriminación y segregación llevando lo escrito en el papel a lo efectivo en el mundo real. Se ha celebrado el día por la vida, pues yo estoy totalmente de acuerdo en que hay que proteger y potenciar la vida desde que se nace hasta que se muere (que suele pasar, morirse, quiero decir).

Recientemente mencioné un imaginario viaje en el tiempo. Ahora brevemente quiero aludir a dos de ellos, uno al futuro y otro al pasado. Además, en mi travesía al pasado no tan lejano, me convierto en mujer. Digamos que retrocedo 100 años y que me encuentro en 1916. Pues bien, entonces sería una utopía para la mujer soñar siquiera con ejercer el derecho al voto. Hay que recordar que en Europa la mujer inglesa fue la primera en alcanzar ese derecho (que tanto incordia al hombre a veces), me parece que lo ejerció por primera vez en 1920. Después se han sucedido logros (algunos los vemos así) como poder separarse y divorciarse del marido que le pegaba palizas cada noche, poder viajar por el mundo sin compañía masculina, poder recibir un pago monetario por su trabajo, y demás «zarandajas».

Casi al comienzo de un libro que me estoy leyendo ahora, publicado en 2009, escrito por el sueco Jonas Jonasson, titulado “El abuelo que saltó por la ventana y se largó” se pone de manifiesto lo siguiente: “Allan Emmanuel Karlsson nació el 2 de mayo de 1905. El día anterior su madre había participado en la manifestación del 1 de mayo en Flen a favor del sufragio femenino, la jornada laboral de 8 horas y demás causas inalcanzables”.

Hace poco más de 100 años parecía inalcanzable conseguir jornadas laborales decentes, participación política y cultural de la mujer, y alfabetización, emancipación familiar, presencia mediática. Y no quiero hablar de lo sucedido más recientemente con los logros conseguidos por las personas de color (negro). Evidentemente las mejoras para estos grupos ancestralmente discriminados han sido notables.

Omitiré mi viaje supuesto al futuro, me podría encontrar con algún desastre como que no hubiera futuro (vamos camino de ello). Pero yo aspiro a la igualdad con los apoyos necesarios de todas las personas, incluso de las que ahora somos discriminadas por nuestra manera de funcionar. Yo tengo asumido que esa igualdad no llegara en mi vida, pero espero estar contribuyendo a que se logre algún día cercano. Todo centro especial para personas que funcionamos de forma diferente a la habitual y somos discriminados por ello, tanto en lo referente a lo educativo como a lo laboral, cultural, deportivo, lo residencial e incluso lo afectivo y familiar, cuenta desde ya con mi repugnancia, que no vale mucho, lo sé, pero también sé que no es la única repugnancia. Cada día hay más gente que repudia este tipo de «especialidades». A lo mejor, en vez de viajar al futuro me voy de vacaciones con Curro a Panamá a ver lo que se cuece por allí.

Nota: Habiendo leído las letras anteriores no quiero dejar de aludir que apuesto por un futuro en el que la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad se cumpla en su totalidad, incluido el artículo 12 referente a la igualdad ante la ley en lo tocante a la incapacitación (puestos a incapacitar se podría incapacitar casi a cualquier persona: las histéricas mujeres, los estúpidos inmigrantes, los malvados gestores, etc.). También quiero aludir, aunque sea de pasada, a la importancia de la comunicación (oral, gestual o de cualquier tipo) en la que hay que profundizar para entender los sentimientos, comportamientos y decisiones de personas que pensamos que no se comunican ni relacionan con su entorno. Quizás mi sueño para el futuro (aunque de mis sueños no me suelo acordar, ahora mismo sólo me acuerdo de uno en el que a la madre de un amigo le costaba muy caro el taxi) es que lo que está escrito sobre el papel se traslade a la realidad callejera y cotidiana. Y colorín colorado, creo que ya les he aburrido lo suficiente.