En el día de los cascandurrias, o de las cascandurrios, que puestos a pegarle patadas al diccionario yo me apunto y voy a favor de corriente, hice las maletas para hacer las Américas pero me quedé en Bruselas porque el avión se equivocó de aeropuerto y se quedó sin combustible. Aparte de que Bélgica sea un desastre en cuanto a accesibilidad física (de lo que los belgas imagino que no tienen culpa) el día de la industria al que yo acudía lo organizaba la comisión europea (con todo el relumbrón que ello conlleva).
Se suponía que el día 3 de diciembre estaba dedicado internacionalmente a la inclusión de los indeseables segregados por nuestro funcionamiento. Pero de inclusión naranjas de la china. Resulta que más allá de los Pirineos entienden la inclusión como repartir entre los países un montón de dinero para mantenernos controlados y que no saquemos demasiado los pies del tiesto. Allí oí hablar de los cuartos que se dedicarán a la desinstitucionalización de los marginados por nuestro funcionamiento, pero también escuché hablar de las más de 110.000 personas en centros residenciales en Polonia, las más de 300.000 personas internadas en sus respectivas granjas humanas en Francia, las 6.500 atendidas suculentamente como ganado en Bélgica (que es más chiquitilla) sin contar los 1.500 niños con discapacidad internados en residencias en ese país. Sin embargo, no escuché mencionar los más de 160.000 dependientes ingresados en centros españoles. Esto último es preocupante porque este tipo de trato se ve con una naturalidad pasmosa en nuestro propio país hasta el punto de que algunas asociaciones que dicen representarnos promueven su construcción.
Pero volviendo al día de la industria capacitista y de la supuesta inclusión, destaco que había más descansos para café que conferencias. Aparte de que el café en España le da mil vueltas al café que se toma en Bélgica, es necesario mencionar que las mesas mayoritariamente estaban dispuestas para bípedos y no para usuarios de sillas de ruedas, un pequeño ejemplo de exclusión a la europea y en los saraos estos. Otro pequeño ejemplo que me viene ahora a la cabeza es que en estos eventos irremediablemente le regalan a uno un bolígrafo (yo no puedo escribir). Normalmente ese presente va a recalar al despacho de mi madre, a la que le vienen muy bien estos utensilios para hacer sus crucigramas, sudokus y demás.
Más irritante es que cuando había que desplazarse desde el lugar donde nos alojábamos mi asistente personal y yo hasta la sala correspondiente de la comisión europea, el vehículo no estaba ni mucho menos adaptado. Tanto es así que uno de los dos días nos recogió un autobús (había más gente) con lo que hubo que achucharme hasta el asiento correspondiente a mi lindo trasero (recuerden que caminar y yo somos incompatibles). Para más inri, veía que los demás participantes en las jornadas iban bien pertrechados con su respectivo acompañante, como es lógico, mientras que mi asistente personal, con su debida acreditación, viajaba en taxi con el correspondiente gasto añadido para uno que pasaba por allí.
En pocas palabras, observé poco interés en cambiar la situación en que vivimos, demasiadas palmaditas en la espalda y café del malo requetemalo, una falta de datos fiables sobre nuestra situación en cada país impresionante, una gran ausencia de voluntad de solucionar el reto que se plantea, un sentimiento de conformismo que solo contribuía a aumentar mi decepción decepcionada y un inexistente paso del modelo médico a uno basado en los derechos humanos.
Visto el desconocimiento general de nuestros derechos de vida independiente y libertad, me atrevo a proponer a los órganos públicos que por una vez cumplan los compromisos adquiridos en lo referente la toma de conciencia que recoge el artículo 8 de la convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. No estaría de más lanzar campañas publicitarias (no tienen que ser masivas) para eliminar los múltiples estereotipos que sobre nosotros existen. Y ya puestos a pedir, estaría de rechupete sensibilizar a la población sobre nuestros derechos y dignidad. ¿Alguna autoridad competente recogerá el guante?